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Joaquín Rábago

Trump sólo quiere destrozar la política

El presidente Donald Trump no sólo no quiere saber nada de política, sino que pretende destrozarla mientras distrae continuamente a sus compatriotas con mentiras, falsos problemas y seudoconflictos. Tal es la opinión del historiador estadounidense y catedrático de la Universidad de Yale, Timothy Snyder (1), autor de Yale, cuyo libro "Sobre la tiranía" se ha traducido recientemente al castellano. Trump convierte a quienes tienen una opinión distinta de la suya y de sus seguidores en "enemigos", que tratan por todos los medios de impedir que sus contrincantes lleguen al poder. La "profunda división" existente en Estados Unidos sólo a él le beneficia, y Trump hará por eso todo lo que pueda por "debilitar la democracia", opina Snyder. El historiador de Yale cree que es mucho más fácil destruir una democracia que construirla. Es algo, dice, que nos enseña la historia, y Trump no hace "más que dar patadas a las instituciones". Si, por ejemplo, la canciller alemana Angela Trump dijera las cosas que se permite decir Trump, el escándalo en Europa sería mayúsculo, pero en Estados Unidos mucha gente se ha acostumbrado a los exabruptos del presidente.

Trump, que dice continuamente que quiere hacer grande a su país, no tiene ningún interés en acabar con las grandes diferencias socioeconómicas existentes, sino que va a exacerbarlas mucho más con su reforma fiscal. No sólo se empeña Trump en desmantelar el seguro médico sino que, cuando aumente el déficit debido a los menores ingresos fiscales, sus correligionarios republicanos se verán obligados a atacar también otros seguros sociales. Y llegará un momento, pronostica Snyder, en que "la democracia dejará de tener algún sentido". Quienes están abajo considerarán que de nada les sirve mientras que los de arriba ni siquiera la necesitan porque "viven en otras esferas".

Cuando Trump habla de devolver al país a la grandeza de tiempos pasados, sus compatriotas piensan en los años que van de los cincuenta hasta los ochenta, un período en el que se redujo la desigualdad social, la calidad de las escuelas públicas seguía intacta y los sindicatos eran fuertes. Pero Trump engaña a los votantes haciéndoles creer que los retrotraerá a esos tiempos cuando en realidad hace todo lo contrario de lo que anuncia: "destruye los sindicatos y aumenta la desigualdad".

Otro tanto ocurre con el terrorismo: Trump ha logrado convencer a muchos de que el terrorismo es el de los guerreros islamistas cuando el mayor terrorismo que sufre Estados Unidos es el endógeno: los continuos atentados con armas de fuego. Preguntado por el reportero si Trump es fascista, Snyder responde que "puede ser un psicópata, un narcisista, un oligarca o un cleptócrata aunque todas esas definiciones no significan nada". Los políticos de la era fascista recurrieron a "grandes mitos" y movilizaron a las masas. Nada de eso hace Trump.

Pero hay similitudes con los fascistas, explica el catedrático de Yale, como el hecho de que Trump anatematice la globalización y presente a EEUU, "el país más poderoso del mundo", como víctima de los demás. Trump es además "racista" cuando llama "hijos de perra" a los atletas de la National Football League, refiriéndose por supuesto sólo a los negros, o cuando les dice a los puertorriqueños, que han visto su isla devastada por un huracán, que se las arreglen como puedan. "No dice claramente que (todos los puertorriqueños) son unos torpes y perezosos hispanohablantes, pero eso es lo que dejan entender sus palabras", afirma.

Trump no es siquiera eso de lo que tanto se ufanarse: un exitoso hombre de negocios. "Hizo ese papel en un programa de TV (El Aprendiz), lo cual le inmunizó frente a todo ataque". "A Trump se le dejaba decir allí todo lo que le venía en gana: pero era sólo un show", explica Snyder. Lo mismo ocurrió durante la campaña electoral: Trump se permitió cosas que en cambio habrían hundido a otros candidatos.

(1) Declaraciones al diario "Süddeutsche Zeitung"

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