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Matías Vallés

Tabarnia no ha funcionado

Nicolás Gómez Dávila anota en sus monumentales Escolios que "Un conflicto ridículo requiere soluciones grotescas". Aplicando a rajatabla este aforismo del enciclopedista rabiosamente conservador, Tabarnia es todo lo que el Gobierno ha sabido oponer al enésimo resurgir electoral del independentismo catalán. Un genio del teatro mundial como el payaso Boadella no desafía a los secesionistas, sino que suplanta al Estado ineficaz. El dramaturgo se fugó de la cárcel para exiliarse durante la transición, entre el aplauso de los demócratas que hoy recomiendan la cárcel para representantes políticos salidos de las urnas.

La solución grotesca de Tabarnia ha dado más espectáculo que votos. Las elecciones impuestas a Rajoy como panacea han servido para que la presidenta independentista radical del Parlament catalán pase a diputada rasa, y para que un diputado independentista radical pase a presidir el Parlament. Magistral y previsible, dado que las elecciones de diciembre calcaron los resultados previos de 2015 y 2012.

En respuesta a quienes la proclamaron vencedora indiscutible al día siguiente de los comicios, Inés Arrimadas comprobó ayer que no presidirá Cataluña, aunque siempre pueden programarse elecciones trimestrales hasta que se registre el resultado auspiciado por el Gobierno. Frente a la homogeneidad independentista sin fisuras, Ciudadanos sufrió incluso la traición de un diputado constitucionalista. La rabia de la cabeza de lista más votada vino acompañada por su intento frustrado de prohibir el voto de presos elegidos, y a quienes incluso su carcelero había autorizado a delegar el sufragio. Una buena pista sobre las técnicas de purificación democrática que propugna el partido naranja. La democracia incipiente y tambaleante trajo con notable riesgo al president de la Generalitat del exilio. La democracia consolidada obliga al president avalado por las urnas a exiliarse en Bruselas, salvo que prefiera la cárcel. Sin duda se ha mejorado notablemente desde los años setenta, en que gobernaba Suárez y Boadella ya contragobernaba.

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