La educación artística en los centros de primaria, desde la nueva ley educativa española de 2015, LOMCE (Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa) ya no es obligatoria. Una especie de suerte que te puede tocar o no. Y, por supuesto, la educación plástica la seguirán dando los maestros generalistas. Se continúa sin crear la figura del maestro especialista en esta materia, como si que se consiguió en Música, por ejemplo. Después, en secundaria, se volverá a tropezar con la casi inexistente presencia de asignaturas relacionadas con las artes. ¡Y ya está! A no ser que se cursen estudios específicos de arte, este podría ser el bagaje artístico-plástico del común de los españoles. Lo que la educación formal ofrece. Menos mal que la llamita de la «necesidad del arte» se mantiene todavía en los equipos directivos de los centros y el buen hacer de los docentes. Resulta verdaderamente encomiable el cariño y la dedicación que los maestros y maestras de primaria dedican a la educación plástica «por su cuenta y riesgo», autoformándose como pueden y supliendo al tan esperado especialista de Plástica. Vaya desde aquí nuestro reconocimiento.

Y ahora tocará a la educación no formal (la que sin estar dentro del marco legislativo se mantiene por una institución, asociación o cualquier agrupación organizada: educadores de museos, educadores sociales, fundaciones, centros culturales, etcétera, así como las actividades extraescolares llevadas a cabo en los propios colegios) complementar esta ausencia de respeto o sumarse a la progresiva desvalorización de la asignatura, convirtiéndola en un saber marginal. Apelamos aquí a la consideración de los artistas, comisarios, directores de centros de arte, etcétera. En este sentido, todos añoramos aquella idílica Escuela de Pintura CAM del Hort del Xocolater que tanto supuso para la educación artística en nuestra ciudad.

Pero todavía nos quedará una superfuerza aliada que tal vez podría ser crucial en estos tiempos de resistencia, me estoy refiriendo a la educación informal (la que se desarrolla en cualquier otro lugar: nuestras casas, parques, webs, restaurantes y otros espacios de ocio). Efectivamente, en nuestros hogares mismo podríamos llevar a cabo la educación artística que se nos escatima en las aulas. Bastaría habilitar una dependencia, salón comedor o trastero, para poder atender unas horas a un pequeño grupo de interesados, donde la figura del educador de plástica la representen los «héroes» más capacitados: padres, madres, tíos, abuelos, amigos, etcétera. Desde luego, aquí en Elche no va a ser difícil, pues todos aquellos que pasaron en su día por la Escuela del Xocolater, en sus cuarenta años de andadura, hoy deben tener la intuición suficiente para poner en marcha unas clases de plástica. Y una preparación más responsable y actualizada ya irá llegando a medida que se vayan incorporando más lecturas de pedagogía y arte (como, por ejemplo, La educación artística no son manualidades, de María Acaso). Al fin y al cabo es lo que hacen las maestras y maestros elogiados antes y todos los artistas que vayan a dar clases. En estos tiempos de trabajo precario, con tantos ratos libres, es un buen momento para enrolarse en misiones y exploraciones de este tipo. El arte infantil es tan asombroso y apasionante que te puede cambiar la vida. ¡Ánimo!

Recuerdo que en Cuba y Nicaragua existían unos hogares particulares donde se cocinaba para grupos reducidos de turistas y gente de paso. Estas casas se llamaban «paladares». Y venían a suplir a los restaurantes, mucho más caros. Pues bien, aquellos guisos que se servían allí eran auténticas producciones culturales. Para terminar, voces autorizadas nos siguen advirtiendo que el futuro de los museos de arte va a depender de la educación artística que se esté dando en la Primaria. Cuando de verdad se tienen que sembrar las habas. (Continuará).