Edificio Nuevos Riegos el Progreso, progresistas, tripartito, apuntalamiento, indignación, desconcierto, caos, riesgo de derrumbe, demolición. Las palabras se llaman unas a otras y se requiere un esfuerzo ciclópeo para no componer una metafórica columna desde las vísceras únicamente.

Ayer, Joaquim Serrano en este mismo diario nos ilustró brillantemente, como siempre, de la responsabilidad que el Ayuntamiento de Elche tiene sobre este inmueble y sobre todo nuestro patrimonio por mucho que quiera desviar la atención hacia la Conselleria dirigida por Compromís o reducir el problema a una cuestión casi de la esfera privada, como pretendía indicar el concejal de Urbanismo, José Manuel Sánchez.

No existe un recurso que llame más eficazmente la atención sobre un asunto que la molestia y la incomodidad que sea capaz de generar. Por esta razón, en muchas ocasiones, es el último recurso que queda por emplear cuando una situación se enquista. La Providencia ha querido -y no, de nuevo, nuestros representantes políticos ilicitanos- que se paralice momentáneamente una injusticia. Providencia personificada en unos cuantos ciudadanos que se han movilizado, superando el confort del inmovilismo, en defensa del patrimonio de todos y a pesar de todos los perjuicios que les pueda acarrear. Porque en política no existe el futuro, ni la comprensión, ni mucho menos el perdón; sólo el «aquí te pillo, aquí te mato». Providencia ciudadana que ha originado la paralización in extremis de la demolición de un icono de nuestra memoria histórica que conforma, junto con el poco patrimonio que nos queda, la identidad de Elche. Pero, además, a esto hay que añadir que la Fortuna ha provocado que ante el riesgo de derrumbe se apuntale el edificio y se tenga que cerrar al tráfico una calle céntrica con «graves» repercusiones para el tráfico en la zona centro y la aparición de un edificio en mitad de la ciudad, hasta ahora invisible e invisibilizado para la mayoría.

Nuestro alcalde, Carlos González, toma las riendas como primer ilicitano y defendiendo los intereses presentes y futuros de todos los ilicitanos clama al cielo. ¿Pidiendo y dando explicaciones sobre cómo ha sido posible que hayamos llegado a esta situación de demolición inminente de un inmueble, no sólo bien arquitectónico sino también memoria y testimonio, no sabemos por cuanto tiempo todavía viva, de la transformación económica y social de Elche? No. ¿Prometiendo una revisión inmediata y urgente del Plan Especial de Protección y Conjuntos de nuestra ciudad para evitar otras situaciones similares? No. ¿Pidiendo y dando explicaciones de por qué se dejó sin protección en ese Plan la antigua Sala de venta de agua? No. ¿Dando explicaciones de por qué no se hizo una lectura más garantista y precavida de ese Plan para autorizar el derribo? No. ¿Preguntándose por qué nadie en Elche conoce el patrimonio ilicitano? No. ¿Comprometiéndose a un cambio en la política cultural y educativa de la ciudad para promover la concienciación, porque existe vida y cultura más allá del Misteri? No. -Por cierto, si hay alguien con inmunidad diplomática e intelectual, le podría dedicar una tribuna a su Patronato-. En cambio, alza la voz para decirle a la Conselleria y que los ilicitanos lo oigamos: «No vamos a tener dos meses cortada la calle». Porque lo importante es la calle cortada, las molestias circunstanciales y los votos a corto plazo fruto de la falta de análisis y la superficialidad. Esto es lo preocupante.

Lo que no se conoce no existe. Y en cuanto a nuestro patrimonio, no existe mayor desprotección que la ignorancia. Si por los políticos ilicitanos hubiera sido, el edificio Nuevos Riegos el Progreso sería en estos momentos pasto etéreo del Olvido, personificación de una de las damas que acompaña siempre junto con la Ignorancia a la Estupidez según describe el tan sarcástico e irreverente Erasmo de Rótterdam en su Elogio a la Estupidez, en latín en su original, Moriae Encomium sive Stultitiae Laus. Obra más conocida por Elogio a la locura, traducción que humildemente no comparto pero que refleja, a su vez, bellamente la gran tradición de la que la estupidez goza entre nuestra especie -yo mismo la practico mucho más de lo que quisiera-. Ahora que públicamente existe el edificio, ha despertado el interés de los grupos políticos con todo tipo de declaraciones a modo de «arrimo el ascua a mi sardina», convirtiéndose en el crudo reflejo de la irresponsabilidad manifiesta en la dejación de las funciones propias de nuestros representantes, elegidos para ello por los ciudadano, in vigilando el patrimonio de todos los ilicitanos. Y aquí creo que no se salva ninguno y, especialmente, el que ostenta la vara de mando y al que le pedimos que gobierne, es decir, que actúe de una vez y proteja lo que es de todos. Todavía, no obstante, queda por escuchar qué dice de todo esto la concejal de Educación y Cultura, Patricia Macià.