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He visto íntegra, en el canal Viajar, la serie Ciudades de noche. Producción propia 100%. Un recorrido por las principales capitales españolas en plena madrugada. Itinerarios salpicados, ya se sabe, por el buen yantar y los buenos caldos. Con un anfitrión en cada plaza y una duración que apenas roza la media hora.

Al llegar a los créditos finales me sorprendió ver que el responsable del proyecto no era otro que Lluís Carrizo. Sí, aquel a quien tengo en un pedestal desde que llevase a cabo la serie documental Pienso luego existo, o lo que es lo mismo, el retrato sosegado de 26 pensadores españoles, ahí es nada, que podrían haber sido 39 o 52 de haber proseguido con un par de temporadas (que aunque no lo parezca, en la marca España, el inventario de filósofos no se acaba en las dos docenas). Pero incomprensiblemente TVE no prorrogó el contrato y el programa, que podía haberse convertido en un referente como Página 2, que ha atravesado el Rubicón de los diez años, o Redes, que casi llegó a los veinte, se frustró antes de tiempo.

Me ha resultado curioso ver Ciudades de noche sin tener ni la más remota idea de quién era su responsable. Rodada con nervio, medios muy aparentes (los drones hacen maravillas) y un ritmo muy sincopado, los recorridos por Málaga, Sevilla, Valencia, Barcelona, Bilbao o Donosti fueron deliciosos.

Y lamento decirlo: no, Alicante no figuraba entre las trece rutas elegidas; una vez más nos hemos quedado fuera. No deja de llamarme la atención cómo quien fuera responsable del, para mí, proyecto documental de más enjundia de nuestra televisión pública de los últimos años sea a la vez el autor que ha puesto en marcha este viaje apresurado a la noche, cuya mayor virtud estriba en su banalidad. En tanto en cuanto más picadito, más se valora. Todo lo contrario que Pienso luego existo. La tele y sus servidumbres.

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