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Joaquín Rábago

La era post-Merkel

La cuarta será con seguridad la última legislatura de Angela Merkel, y muchos dentro de la CDU parecen impacientes por dejar finalmente atrás esa etapa y devolver el partido de la canciller a sus esencias conservadoras.

Si en relación con Europa, Merkel nunca se mostró especialmente sensible a los efectos de su gestión económica sobre sus socios mediterráneos, en política interior la canciller ha ido moviendo a la CDU hacia el centro para desorientación, cuando no irritación, de sus votantes tradicionales.

Fue sobre todo su decisión de abrir de par en par las puertas del país a demandantes de asilo lo que, pese a su posterior rectificación, mayores fricciones le ha causado no ya sólo con el partido hermano de la CSU bávara sino con un importante sector de la propia CDU.

Unos y otros culpan exclusivamente a la canciller de la fuerte caída de votos sufrida por ambas formaciones en los últimos comicios y la espectacular subida de la ultraderecha de Alternativa para Alemania, resultado especialmente traumático para los bávaros, habituados a una posición hegemónica en ese Estado federado.

Muchos no perdonan a la canciller que no consultase previamente a los suyos no sólo en ese tema tan importante, sino también en otros igualmente polémicos como el matrimonio homosexual, y critican su estilo excesivamente personalista de gobierno.

No es pues de extrañar que hayan comenzado ya las maniobras para la sucesión de Merkel, lo que permitirá dar a la política de la CDU/CSU, según sus detractores, una nueva orientación capaz de frenar la sangría de votos por la derecha.

Hay, según medios alemanes, un trío de políticos jóvenes y ambiciosos dispuestos a tomar en cuanto sea posible el relevo de la nueva coalición que se negocia actualmente entre la CDU/CSU y un SPD que, escaldado por su anterior experiencia con la canciller, no parece tenerlas todas consigo.

Integran ese trío el miembro de la ejecutiva de la CDU Jens Spahn, afín al duro ex ministro de Finanzas Wolfgang Schüssel, el secretario general de la CSU, Alexander Dobrindt, y el líder del opositor partido liberal demócrata (FDP), Christian Lindner.

Los une sobre todo el convencimiento de que la caótica política de refugiados de la canciller fue la causa principal del fuerte ascenso de la ultraderechista Alternativa para Alemania y del mal resultado electoral, que impidió una coalición de nuevo signo entre la CDU/CSU y el FDP.

Pese a su progresismo en temas como el matrimonio homosexual, al que se oponían muchos de sus correligionarios, Spahn, casado él mismo con un varón, parece considerar que Merkel ha llevado a la CDU tan a la izquierda que a muchos de sus antiguos votantes les cuesta ya reconocerse en ella.

Por su parte, el liberal Lindner, más amigo de la gran industria y sus poderosos lobbies que del medio ambiente, fue el principal causante de que no prosperara la llamada "coalición Jamaica" entre su partido, la CDU/CSU y los Verdes, a la que aspiraba la canciller.

Con su decisión, no suficientemente explicada, de abandonar en el último momento aquellas conversaciones, Lindner pareció apostar por una futura alianza estrictamente conservadora, es decir, sin presencia de los molestos ecologistas.

Tienen en común, además de su ambición, los tres políticos, su afán provocador, especialmente manifiesta en el bávaro Dobrindt, que ha abogado por una "revolución conservadora", frase de connotaciones antidemocráticas en la república de Weimar.

Los tres parecen también haberse fijado en el nuevo canciller federal austriaco, Sebastian Kurz, que no sólo ha criticado como ellos la política de refugiados de Angela Merkel sino que no ha hecho ascos a una alianza de gobierno con un partido de extrema derecha como es el FPOE.

La era post-Merkel que muchos ya vislumbran en el horizonte no parece demasiado tranquilizadora.

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