La palabra y la estética 

Algunos la vieron en mayo de 2016 en el Arniches. Y el viernes visitó el Principal dejando otra vez al descubierto que es una representación con un psiquiatra que se dirige al público para explicar las circunstancias de un adolescente desequilibrado que siente fascinación sexual y religiosa por los equinos. A partir de una sorprendente noticia, el inglés Peter Shaffer estrenó la exitosa obra en 1973. Las frustraciones y la inadaptación conducen a la oscura actitud de este joven al dejar ciegos a unos caballos, un acto violento contra los animales, incluso ya celosos, que le supone una liberación, según la tesis del drama. Se cuenta y se escenifica en Equus, y la depurada adaptación y dirección de Paco Macià se estira más de lo deseable y pesa en esta coproducción de la Compañía Ferroviaria y Teatro Circo de Murcia. El riesgo y la creatividad de Shaffer se manifiestan en una atmósfera que sitúa el énfasis en lo visual sin quitarle protagonismo a la palabra. El espacio sonoro y los intérpretes, observando la acción mientras no actúan, refuerzan los objetivos con el paciente (por orden judicial), el psicoanálisis y la psicopatología. César Oliva Bernal y Jaime Lorente asumen su labor con notable propiedad. El primero controla sobriamente las tablas, y el segundo recrea las desbocadas emociones de un muchacho con problemas familiares. El culto a los equinos simboliza la rebeldía hasta fusionarse con ellos y llegar a una obsesión trágica. El doctor representa lo establecido, aunque admira la pasión del joven. Y otra cosa. El caballo como símbolo de la sociedad burguesa en relación con las carreras o las clásicas cacerías. El autor quiso que las cabezas de los actores estuviesen visibles para no perder rasgos de humanidad, efecto con cascos que imitan la cabeza del cuadrúpedo, y la persona y el caballo se funden mediante Eloísa Azorín, Morgan Blasco, Anaïs Duperrein, Antonio Mateos y la bailarina Lorenza Di Calogero. Los otros cuatro realizan más de un papel convincentemente, y esta última da ágiles pasos con sus piernas y pies. Macià cuida las directrices y los detalles de la estética, que incluye dos desnudos. El propio Peter Shaffer es guionista de la película.