Así nos vemos los españoles: dos de cada tres estamos de acuerdo en que es una sociedad poco o nada conflictiva, y también en que es muy desigual. España es una sociedad muy o bastante democrática para la mitad, pero con serias reservas. Una amplia mayoría, en torno al 60%, piensa que España es poco o nada desarrollada económicamente; poco o nada religiosa; poco o nada innovadora. Esta es la imagen que tenemos de España según el último Barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) publicado esta semana. La opinión positiva más clara califica a España como una sociedad poco o nada conflictiva y tolerante para la mitad de los encuestados. Hemos cambiado: nos reconocemos menos respetuosos hacia los demás, menos conscientes de nuestros deberes y menos respetuosos hacia los inmigrantes. Somos bastante más exigentes de nuestros derechos, conscientes de la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, más emprendedores, más interesados por la política y más trabajadores.

Dentro de cinco años los españoles pensamos que nuestra sociedad será más democrática, más desarrollada económicamente, más tolerante y más innovadora; pero seguirá siendo poco o nada religiosa y poco o nada igualitaria.

El año que ha acabado les ha ido bien o muy bien a dos tercios de los españoles, el resto unos dicen mal o muy mal y otros ni bien ni mal. Un 46% espera que van a ir mejor las cosas en 2018. Oto tanto piensa que «ni mejor ni peor». Algunos esperan mejorar en la vida familiar, las relaciones afectivas, el trabajo y la situación económica, pero la gran mayoría piensa que su situación seguirá igual.

El principal problema actualmente en España, para los españoles, sigue siendo el paro, seguido de la corrupción y el fraude, de los políticos en general, de los problemas económicos y, en quinto lugar, la independencia de Cataluña. Ahora bien, si vemos la encuesta, cuando pregunta «¿Cuál es el problema que a usted personalmente le afecta más?»: el primero sigue siendo el paro, seguido -por orden- de los de índole económica, los políticos, la calidad del empleo, la sanidad, la corrupción y el fraude, las pensiones, la educación y los problemas de índole social. La independencia de Cataluña «afecta personalmente» al 4,2 por ciento, estaba en décimo lugar a primeros de diciembre, y bajando.

Los más preocupados con la independencia de Cataluña como problema nacional son los agricultores, empresarios con asalariados, altos cargos y profesionales, jubilados y estudiantes. Por clases sociales están mas preocupados los españoles de clase alta y media alta, las viejas clases medias y las nuevas clases medias. Preocupa el doble a los hombres que a las mujeres; y a los menores de 24 o mayores de 55. Más a los que tienen estudios superiores o el segundo ciclo de Enseñanza Secundaria. A los residentes en los pequeños municipios de menos de 2.000 habitantes y los medianos entre 50 y 500.000 habitantes, bastante más que a los de ciudades superiores al millón de habitantes, como Barcelona. Los currantes están por debajo de esa proporción. A obreros cualificados y no cualificados, parados y amas de casa, el tema les preocupa mucho menos que a la media.

Quienes se sienten afectados personalmente por el tema catalán son los votantes de Esquerra Republicana y de la antigua Convergencia Democrática (Junts x Si), que triplican la media, seguidos de los de En Comú Podem, C's y el PP. Lo valoran como problema de España PSOE, IU, y Unidos Podemos o Compromís, pero no es de los más importantes ni se sienten afectados personalmente con la cuestión catalana. Los partidos independentistas son los más críticos con la democracia, más del 70% creen que la sociedad española es «poco o nada democrática», la misma proporción que los votantes del PNV o de EH-Bildu; para el conjunto de la ciudadanía esa proporción es del 45%.

En conclusión, hay unas clases medias, nuevas y tradicionales, de zonas rurales y de pequeños municipios principalmente, muy localizadas, que no se identifican con la sociedad española y que habría que tratar de integrar. Y unos sectores populares, mayoritarios en España y en Cataluña: obreros, amas de casa, jubilados, parados -en buena parte los excluidos socialmente-, que han visto relegados los problemas que les afectan personalmente como el paro, calidad del empleo, sanidad, etcétera, eclipsados por las pugnas nacionalistas. Críticos con «los políticos en general, los partidos y la política» a los que ven incapaces de resolver sus problemas.