El siglo XXI está marcado por los cambios y la revolución tecnológica. Si a finales de los noventa nos adentrábamos en el mundo de Internet y las nuevas tecnologías, en los últimos años nos estamos moviendo hacia la era 4.0 pero... ¿somos conscientes de lo que realmente significa?

Sabemos que se trata de un nuevo escenario que gira en torno al Big Data y la hiperconectividad y que se sustenta en las sinergias surgidas de la unión de aspectos como I+D+i, robótica, inteligencia artificial, información, redes sociales, personalización o deslocalización.

Pero para llegar a entender cómo afecta este fenómeno a las empresas, debemos analizar la manera en que las nuevas tecnologías y el uso de Internet han revolucionado la sociedad y el comportamiento del ser humano en poco más de dos décadas.

El acceso instantáneo y gratuito a los datos ha creado un perfil de cliente más informado, con conocimiento de un mercado global en el que a golpe de clic es posible comparar y adquirir productos y servicios de cualquier parte del mundo, lo que ha provocado un aumento exponencial del nivel de exigencia del consumidor.

Para poder competir en este nuevo escenario, las empresas se ven obligadas a reinventar sus procesos productivos constantemente para lograr productos que les permitan cumplir con las nuevas demandas del mercado, marcadas por la personalización y la inmediatez.

Para conseguir estos nuevos objetivos, la implantación de la robótica se convierte en un factor clave para mejorar la competitividad de las empresas.

Si nos remontamos a los años treinta cuando Joseph Barnett creó Elektro (el primer robot humanoide de la historia), el término «robotización» nos lleva a un escenario que creíamos propio de un guion de película de ciencia ficción. Pero lo cierto es que lo que hace unas décadas era utópico ahora es una realidad, pues convivimos con robots médicos, robots maestros, robots amos de casa, robots encargados de almacén y robots obreros (entre otros muchos oficios), en una revolución que no ha hecho más que empezar.

En el ámbito industrial, la implantación de la robótica hace a las empresas de todos los sectores mucho más competitivas y rentables gracias a la implantación de procesos de producción eficientes que permiten fabricar más cantidad en menos tiempo, reduciendo el riesgo de error y aumentando la calidad de los productos. El incremento de la productividad también viene del lado del componente humano, ya que la mejora de las condiciones laborales y la eliminación de trabajos peligrosos permite destinar los recursos a tareas menos rutinarias y de mayor valor añadido que fomentan la creatividad y el desarrollo de nuevas soluciones.

Sin embargo, como ya ocurriera en el siglo XVIII con la llegada de la Revolución Industrial, los cambios provocan rechazo e inseguridad. El miedo a una sociedad «menos humana» y la amenaza de la destrucción de miles de puestos de trabajo hace que se ralentice el avance natural hacia un futuro marcado por la era 4.0.

Llegados a este punto, debemos destacar que los cambios son innegables y la necesidad de transformación tiene que convertirse en una realidad. Las empresas que deseen mantenerse dentro de un mercado global e hiperconectado deben apostar por la inversión en Big Data, en talento, en I+D+i y en robótica como factores clave para lograr ser competitivas.

Desarrollar un entorno económico y social favorable a la era 4.0 es el principal reto al que se enfrentan todos los agentes involucrados en el cambio, cuya base debe ser la formación en las habilidades necesarias para poder llevar a cabo este nuevo escenario. En esta línea se mueve la Unión Europea con la creación del Foro Europeo de Robótica y la Semana Europea de la Robótica que se celebra anualmente desde 2011, con el objetivo de acercar el escenario 4.0 al público general así como potenciar el interés de los jóvenes por el desarrollo de las habilidades que supone su implantación.

El factor humano y la gestión del talento juegan un papel esencial dentro de este proceso en el que, según los expertos, el trabajo tal y como lo conocemos ahora se va a ver modificado debido a la sustitución de los puestos más rutinarios y de bajo valor añadido por otros más cualificados y creativos que doten de flexibilidad a las organizaciones.

Si algo nos ha enseñado la experiencia es que los retos no son obstáculos, sino oportunidades de crecer y reinventarse. No debemos olvidar que las nuevas exigencias de los consumidores serán las que marquen el camino a seguir dentro de la economía. Por este motivo, para ser una empresa del futuro se tiene que empezar por transformar el presente.