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Desde mi terraza

Luz de domingo

La noche del martes tuve ocasión de ver en TVE-1 la película de José Luis Garci Luz de domingo, que fue emitida a altas horas, a partir de la medianoche, como es costumbre en TVE con muchas películas de interés. La peli es del año 2007, y en aquel momento pasó desapercibida a pesar de tener varias nominaciones a los premios Goya. Garci ya había caído en desgracia tras graves errores en su filmografía, pero nadie puede discutir sus aciertos en varios trabajos y su capacidad para recrear la nostalgia de sus paisajes más queridos, en concreto los valles y aldeas asturianos que conoce bien. De nuevo nos encontramos con un drama rural de principios del siglo XX, con un reparto de actores antológico compuesto por varias generaciones: Alfredo Landa y Carlos Larrañaga, Kitty Manver y Manuel Galiana frente a Álex González y Paula Echevarría, entre otros. Y no puedo sino quitarme el sombrero ante el trabajo del gran Alfredo Landa en una de sus mejores interpretaciones por su contención llena de expresividad, demostrando, una vez más, que ha sido uno de los mejores actores españoles del siglo XX. El tono nostálgico me arrastró al recuerdo melancólico del Alicante de los años 60, con sus conciertos dominicales en la Concha de la Explanada a cargo de la Banda Municipal de música, con el templete de la plaza de Benalúa desgraciadamente desaparecido, con aquella Plaza Nueva poblada de naranjos y suelo de gravilla, lo mismo que en la plaza de la Muntanyeta. El cemento y el asfalto, los aparcamientos subterráneos y las «moderneces» de los arquitectos de la época arrasaron todo vestigio de aquella plácida vida provinciana en la que, efectivamente había «luz de domingo». El tiempo pasa, las cosas cambian y no cabe la nostalgia por lo que nunca volverá. Hoy Alicante lucha por mantener esa calidad de vida que siempre nos caracterizó y, aunque a trancas y barrancas, a base de una concienciación ciudadana cada vez mayor nuestra ciudad sigue caracterizándose por esa vida apacible que es nuestra mayor y mejor seña de identidad. El día 6 se celebró en el Auditorio Municipal (ADDA) el calificado como Concierto de Reyes; era la presentación ofocoal de la denominada Orquesta ADDA Sinfónica, nueva agrupación artística que nace con perspectivas de futuro, lo que sin duda es una buena noticia y a la que deseamos una verdadera consolidación. El director del ADDA, Josep Vicent, responsable de la creación de la orquesta, asumió la dirección de un programa compuesto por Sibelius y Tchaikovski, y que, a pesar de las opiniones de algunos puristas, podemos afirmar que salió más que airoso del difícil reto; ahora toca mantener este proyecto en el que resulta imprescindible la profesionalización total de los músicos, a sabiendas de que ello supondrá un coste de mantenimiento muy grande, que no sé si la Diputación Provincial podrá (o querrá) asumir. Los numerosos intentos en los últimos cincuenta años de creación de una orquesta local sucumbieron por falta de respuesta económica de las instituciones, y ha llegado el momento de que éstas tomen conciencia de que el suceso no puede quedar como algo coyuntural, ni debe estar a expensas de los vaivenes políticos. Por otro lado, el Teatro Principal se ha tomado en serio la puesta en marcha de proyectos parecidos, pero centrados en el mundo del teatro y de la danza. Y debemos felicitarnos por todas estas iniciativas artísticas, que requieren caminar sin prisas pero sin pausas, sin que «los egos», las envidias o los protagonismos políticos mermen las ilusiones creadas y, lo más importante, que no se tire por la borda el enorme trabajo y las energías que supone poner en marcha tres proyectos tan importantes para la vida cultural alicantina. «Alicante, ciudad del arroz»; pues muy bien. Pero no solo de arroz vive el hombre, y el arte es un alimento tan necesario como nuestro producto estrella; con él, la luz del domingo siempre será más brillante y más cálida.

La Perla. «La vida es una batalla. Para combatir se necesita fuerza, y la fuerza es la virtud; y esta sólo se sostiene con el cultivo espiritual» (Antoni Gaudí, arquitecto)

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