Después de mucho insistir con distintas demostraciones teórico-prácticas, conseguí que mi buen amigo Gorgias entrara en el mundo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Supe, desde el primer momento, que esta forma de interactuar no era bien vista por él, sobre todo porque, al contrario de lo que parece, son sumamente intangibles y por ello intenté que asumiera la iniciativa desde ese mismo concepto. Tras unos meses de uso me escribió varios mensajes electrónicos que discurrían en torno a su adaptación a lo intangible.

Querido amigo, me escribió, durante siglos hemos pertenecido a la cultura de lo tangible, todo lo que no se podía tocar o palpar estaba fuera de la realidad, y era rechazado de plano. La única fuente de intangibles permitida y desarrollada estaba ligada al pensamiento, a la filosofía de lo racional. No existía el dinero, pues la moneda de cambio era el trueque, tangible por tangible. El sistema económico, social y político se sustentaba en todo aquello que era susceptible de poder tocarse en primera persona. Hasta las ilusiones o las emociones habían de ser manifiestas para poder entrar en el plano de lo real, pues de otra forma se entendían como veleidades alejadas de la racionalidad del pueblo.

Ahora estamos viviendo en el mundo de la ficción, en lo virtual, donde lo racional es intangible y como tal se supedita a la corriente que la mayoría quiera imponer desde sus singulares trincheras del conocimiento. La velocidad con la que trascurre la información cae indefectiblemente en el embrollo y el desconocimiento general, influyendo en la opinión, las creencias y las consecuencias de la gente. Hemos pasado de un tangible terreno para labrar a las acciones de una empresa que ni siquiera sabemos si existe realmente.

La virtualidad nos hace dudar de nosotros mismos, a no ser que seamos capaces de creer que todo aquello que no podemos alcanzar con las manos, es por puro antagonismo con la nueva realidad generada artificialmente por las nuevas tecnologías. Un libro que podemos toquetear y oler su impresión, pasa a ser una pantalla que nos aleja de lo tangible para sumergirnos en algo frío y plano. Paradójicamente el libro físico empieza a formar parte del espíritu romántico y el digital del realista. Estamos ante un fenómeno que conseguirá que nuestra forma de pensar y actuar cambie radicalmente, hasta el punto de olvidar que aquello que no podemos manosear es una quimera más de nuestra incapacidad como seres humanos racionales. La intangibilidad será la supremacía de las nuevas generaciones.