Desde su iconográfica muestra como rey de copas sonreía, pero el rictus y la ostentación ocultaban su desengaño. Ser la sota de oros le atormenta; Messi es el rey áureo y Neymar el caballo. Y por eso pretende que don Florentino le baraje de nuevo, sabiendo que el baranda merengue, aparte de andar siempre tras los ases y disponer de un mono sempiterno en la manga, nunca lo ha considerado caballo de su hierro aunque sea el más lucido de su cuadra. No es baladí el hecho de haberle recomendado un pienso hasta junio, cuando podría haberlo enjugascado hasta ese momento con halagos y algunas cartas menores; furufalla y glea, como decimos por aquí. Cristiano Ronaldo puede presumir de corona de copas, y hasta de bastos por la contundencia primaria de su juego, aparte de la de espadas por su espíritu luchador, pero la de oros se la tiene merecida Messi. Otra cosa es que le hayan arrebatado el caballo, que siempre ha ido alternando con las otras figuras mayores con su tan glorioso como menudo rival. Él sabe que se queda sin tiempo para estirar la disputa, porque tanto Messi, por su polivalencia, como Neymar por edad, quizás le hayan ganado ya la mano. Para un goleador el físico es más importante que para cualquier otro futbolista, y hace algún tiempo que los años frenan al portugués. Marcará goles mientras juegue, pero una cosa es hacer varias docenas al año y otra muy distinta mantener solamente la dignidad. Del mejor a gran goleador o a buen delantero se mueve también la horquilla salarial futbolera. Y, además, sus rivales, en especial Messi, pueden bajar el pistón goleador y seguir siendo los mejores del mundo en su puesto; el argentino ya lo hace.