Tras las guerras, se homenajean a los héroes y se entierran a los muertos, mientras los vencedores escriben la historia para ensalzar sus batallas y desdeñar a los derrotados, al tiempo que los perdedores asumen su situación. Pero en la guerra abierta que ha librado la izquierda en esta ciudad desde el minuto uno en que se constituyó la nueva corporación municipal tras las pasadas elecciones locales, en junio de 2015, a lo largo de sus veintinueve meses de fallido mandato, no hay vencedores ya que todos ellos se pueden considerar como derrotados, perdedores de una quijotesca contienda que ha tenido a la ciudad y al Ayuntamiento como campos de batalla y a los ciudadanos como sus víctimas.

Durante los veinte años de mandato ininterrumpido del PP en Alicante, los partidos de la izquierda repetían una y otra vez que había que desalojar a la derecha del gobierno municipal por el bien de la ciudad, pero lejos de acumular conocimiento y trabajo, de reforzar sus propuestas y estrategias de intervención, su lamentable actuación constituyó el mejor aval que tuvo el PP para continuar al frente del Ayuntamiento, mandato tras mandato. Hasta el punto que fueron los desgarros y escándalos protagonizados por el propio PP los que facilitaron su relevo en el Consistorio. De hecho, ningún partido de la oposición alcanzó una mayoría suficiente para poder gobernar en solitario, ni siquiera ganaron las elecciones, necesitándose un acuerdo «in extremis» entre las tres fuerzas políticas de izquierda para poder lograr una mayoría suficiente que les permitiera construir el equipo de gobierno del tripartito. Pero como ha quedado meridianamente demostrado, mandar y sustituir al PP en el gobierno municipal fue el único objetivo que les llevó a construir ese fallido gobierno del tripartito en Alicante, en lugar de ser el medio para cambiar la ciudad y promover políticas nítidamente distintas en cada una de las áreas que cada uno de los tres partidos asumió, ya que la mayor parte de los esfuerzos los han dedicado a sus luchas y guerras fraticidas, a parar los golpes de sus supuestos socios de gobierno. En las guerras modernas, las bajas por fuego amigo se han convertido en uno de los mayores peligros, si bien es cierto que en el fallido tripartito de Alicante nunca hubo amigos, ya que el odio cainita entre algunos de los socios y concejales que gobernaban era mucho mayor del que tenían hacia la oposición.

Guanyar surgió de una minoría endogámica de EU que quería asegurarse el poder, sin mostrarse con su marca en declive para poder así succionar los votos de esa fuerza emergente que era Podemos, habiendo demostrado que vive en una permanente añoranza de una oposición dogmática que se ha convertido en su razón de ser, instalados en la soberbia del que considera que su verdad es la única válida, dejando claro que lo peor de la mala política sigue muy presente en ellos, habiendo implosionado y dándose al noble arte del canibalismo político, del que tanto saben en el PCE y EU.

Mientras tanto, el PSOE continúa estando manejado hasta en sus detalles más pequeños por un Ángel Franco que sigue siendo una de las mayores losas para la modernización y evolución del partido en la ciudad, asumiendo que es imposible compartir gobierno con esa EU portadora de las más rancias esencias partitocráticas y sin que tenga una estrategia clara por delante para afrontar la enrevesada situación judicial de su alcalde, que pasa sencillamente por sobrevivir.

Y frente a ello, Compromís aparece descolocado en una oposición que no le permite desarrollar una estrategia política claramente diferenciada frente a quienes fueron sus socios de gobierno, habiendo interiorizado que es desde el ejercicio del poder desde donde se desarrolla la verdadera política que cambia la vida de las personas, un poder que han abandonado voluntariamente pero que no saben si podrán recuperar en este mandato o incluso en el siguiente.

También tenemos a un Podemos sin estrenar en la vida municipal que lucha contra sus contradicciones y monstruos a nivel nacional, habiendo equivocado su estrategia política en las pasadas municipales al poner sus votos en Guanyar y dejar que EU se llevara los concejales, que tiene la rémora de tener en Rita Bosaho a la peor diputada por Alicante y sin que conozcamos su posición ante temas clave de la ciudad, con el temor de que le vuelvan a imponer un matrimonio de conveniencia una vez más en el que no pueda elegir ni siquiera a la novia, por el capricho de ese líder uninominal llamado Pablo Iglesias.

Y es en medio de este agitado y turbulento escenario donde la izquierda de esta ciudad se juega su futuro, sus opciones de gobierno y también sus expectativas políticas, a menos de 17 meses de las próximas elecciones locales y cuando entraremos en breve en una precampaña que se nos hará tan larga como tediosa. La izquierda en Alicante tiene por delante el escenario más complicado de su historia, tanto a nivel interno como hacia fuera, en la medida en que cualquier opción de gobierno futuro pasa, inevitablemente, por acuerdos que a día de hoy se nos antojan como imposibles si no abandonan antes los profundos sentimientos de odio y desconfianza mutuos que se tienen.