Comienza el año 2018 con la misma esperpéntica naturalidad que su predecesor: celebrando con total naturalidad la tradicional cabalgata de las Reinas Magas (alguna con «drag quenn», en la más ortodoxa tradición navideña). Lo que no acabo de entender es por qué si a estos nuevos políticos y políticas arribados recientemente al poder les molesta tanto la Navidad, su significado religioso, los Reyes Magos, no deciden suspender las cabalgatas en vez de promocionar estos «tradicionales» actos. En España, incluida Cataluña, tenemos la inveterada costumbre de acabar con nuestras costumbres para acoger incondicionalmente las de los demás. No importa cuáles sean las nuestras, lo importante es cuáles son las de los otros, bien en el terreno cultural, político, social, religioso o gastronómico. Es tal el índice de horteradas sobrevenidas que soporta la sociedad española, que una noche te acuestas pensando en desayunar la «toña» de toda la vida y te despiertas frente a un «panettone» de toda la vida de los otros (algunos multiculturales de la horterada transnacional ya están postulando para la cena de Nochevieja nuestras tradicionales lentejas «italianas», ¿capisci, caro lettore?). Imagino que todos estos progres, modernos y modernas, a los que tanta piorrea existencial le supone seguir tradiciones españolas, habrán cambiado la gallina en pepitoria por el pavo de Acción de Gracias yanqui, la fabada asturiana por «le cassoulet toulosain» gabacho, y las patrióticas magdalenas de aquella abuela materna que se nos fue a Benidorm en busca del tiempo perdido, por los repipis «muffins» de la pérfida Albión. Tengo para mí que si el turrón fuera francés los españoles lo habríamos declarado postre nacional y lo consumiríamos durante todo el año.

Pese a que en la catedral de Colonia (católica) quiere la religiosa tradición que se conserven las reliquias de los Reyes Magos (le recuerdo a estos nuevos políticos del rencor que Colonia es una ciudad alemana y que Alemania es la primera potencia económica de Europa, por si la habían confundido con el agua de colonia, dado su excelso nivel cultural); pese a la tradición alemana, digo, en la sedienta España muchos progres y progras de salón siguen buscando las reliquias de las Reinas Magas para procesionarlas cuando llegue la Tercera República. Les recomiendo a estos nostálgicos zahoríes de la España seca y posmoderna que busquen con sus horquillas de avellano en el interior de una tierra llamada ignorancia, quizás allí, en el pozo del resentimiento, puedan realizar mejor su radiestesia de la confrontación cainita. Eso es lo único que buscan.

Es curioso constatar el reverencial y subyugado respeto (también miedo) que la progresía española (también la europea) profesa a otras religiones, en especial la islámica, en contraposición con la irreverente y desconsiderada actitud que muestran con la religión católica, sus imágenes, sus tradiciones, sus símbolos, sus iglesias, sus sacerdotes y monjas. Todo lo que rodea a la religión católica es objeto de injuriosas invectivas, críticas feroces, irrespetuosas manifestaciones y odio visceral. Lo que jamás osarían dedicarle a otras religiones, en especial la islámica, es contra la católica virtuoso ejercicio de libertad de expresión. No importa invadir medio desnudas, chillando, coaccionando, iglesias católicas mientras se celebra misa y en presencia de sus feligreses. No importan las más obscenas e innecesarias performances, disfraces y exposiciones sobre Jesucristo y la Virgen María llamándolas arte, libertad de expresión, a sabiendas de que es puro rencor, provocación explícita; eso sí, sólo contra la religión católica. Mientras se suprimen y recortan las clases de religión (católica), la Conselleria de Educación dará clases de religión islámica en los colegios de Alicante que lo pidan (INFORMACIÓN, 23 de octubre de 2017).

Por si alguna de ustedes dos no se ha enterado, se acaba de celebrar en Arabia Saudí el campeonato del mundo de ajedrez. Anna Muzychuk, la ucraniana campeona del mundo, se negó a participar porque la obligaban a llevar «abaya», una túnica que cubre el cuerpo de la mujer hasta los pies. «No quiero sentirme una criatura de segunda categoría»; «es para luchar por mis principios como mujer»; «lo más decepcionante es que esto a casi nadie le importa», declaró esta mujer -sí, mujer- campeona del mundo de ajedrez. ¿Han leído alguna reacción del feminismo de salón? ¿Manifestaciones frente a las embajadas saudíes, quizás? ¿Encadenadas? No. Ni lo esperen. Es el trato diferencial, como ocurre con la religión católica. En el campeonato mundial femenino de ajedrez, celebrado en Irán el pasado mes de febrero, la campeona de EEUU se negó a participar porque la obligaban a cubrirse la cabeza con el «hiyab». Por si alguno de ustedes dos no se ha enterado, esta semana el Gobierno de Irán aplastaba a sangre y fuego (más de veinte muertos y miles de detenidos) las manifestaciones civiles del pueblo iraní contra la corrupción del régimen, la pobreza, la represión y la falta de libertad. ¿Se han alzado las voces de los gobiernos europeos? No. ¿Han escuchado las protestas de la progresía? Tampoco. De ahí que proponga a estos políticos multiculturales ofendidos con las tradiciones religiosas católicas, y tan innovadores, que el próximo año sondeen celebrar la cabalgata de Reinas Magas en Irán. Pueden ir preparando el viaje. ¿No se atreven? Válgame Dios, con perdón.