Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Mondéjar.

El indignado burgués

Javier Mondéjar

Buenos propósitos

Me he propuesto en este 2018 ser más tolerante y mucho más paciente, lo que tampoco tendría excesivo mérito teniendo en cuenta que mi grado de tolerancia a ambas cualidades roza mucho el cero

Los propósitos sirven igual que los arrepentimientos: para nada y menos. Es verdad que arrepentidos los quiere dios, pero muchas veces es tan fugaz la sensación de cambiar que te embarga, que ni siquiera llega al día siguiente. Mientras tanto, eso sí, has pagado la matrícula y la primera cuota de un gimnasio para adelgazar, te has comprado un último modelo de pulsómetro para comprobar las horas de sueño y de kilómetros recorridos, has rellenado cuartillas varias sobre las actitudes que van a cambiar en tu vida y realizas actos de contrición, dolor de los pecados y propósito de enmienda según las arraigadas costumbres que te inculcó la Iglesia católica. Y no pasa nada, fue tan efímera la sensación que ni siquiera llegó a decisión sino a deseo.

Les cuento lo mío, que es lo que mejor conozco. Me he propuesto en este 2018 ser más tolerante y mucho más paciente, lo que tampoco tendría excesivo mérito teniendo en cuenta que mi grado de tolerancia a ambas cualidades roza mucho el cero. De hecho esta mañana me he pillado un rebote importante contra un conductor que se ha pasado dos kilómetros de la avenida de Denia haciendo zigzags y poniendo en riesgo a honrados padres de familia (bueno y a inmorales políticos corruptos, que no sé bien a quien tenía a mi lado a esas horas y en aqueste lugar). Una vez insultado mentalmente he caído en la cuenta de que estaba incumpliendo mis buenos propósitos y una vez puesto a su altura simplemente le he lanzado una cortés sonrisa admonitoria. Por cierto, que no era conductor, sino conductora y, o tenía mucha prisa, o estaba como una cabra. De hecho no ha visto mi sonrisa, más preocupada en rediseñarse la raya del ojo que con los acelerones que pegaba no es extraño que se le haya corrido.

Voy a intentar ser rico y famoso, todavía no sé cómo y si no lo he descubierto ya a mi provecta edad me temo que será difícil que lo consiga en el tiempo que me quede por vivir, pero se me ha antojado. Realmente no sé si prefiero ser rico o ser famoso porque reunir fortuna y fama a la vez sólo se da entre los famosetes de cama y programas del cuore y sinceramente ya no estoy en edad. Bueno, yo lo intento, que el no ya lo tengo.

Controlaré mi aporofobia, que no sabía que era una enfermedad que me podía afectar, de hecho no conocía ni la palabra lo que viniendo de mí es mucho decir, pero como se ha puesto de moda gracias al diccionario de la RAE? En realidad no me gustan ni los pobres, ni los ricos ni los mediopensionistas por esa misantropía que me aqueja irremediablemente, pero me he propuesto controlarme de cara al nuevo año, aunque no esperen milagros.

Voy a procurar no insultar ni a los árbitros que pitan contra el Madriz ni a los jugadores del Barsa que fingen roturas de tibia y peroné. Hasta ahora lo he logrado, bien es verdad que todavía no se ha jugado un solo partido de Liga y por tanto el mérito es relativo. Según avance la temporada veremos si este propósito se cumple o tampoco. De cara a la tranquilidad de espíritu de mi gato Aramis, intentaré festejar los goles (a favor de los míos y en contra de los de allí) con un poco de compostura y sin tanto alboroto, que cuando el gato ve en la tele a tíos en calzoncillos detrás de un balón huye a sus aposentos.

Trataré de evitar las discusiones familiares y, especialmente, de mirar mal a los cuñados por muchos chistes bobos que sean capaces de perpetrar en una cena. Al fin y al cabo tú tampoco dejas de ser un cuñado para alguien, ya lo dice la locución latina: «Homo cuñadus homine», «El hombre es un cuñado para el hombre».

Intentaré no ponerme de los nervios cuando se hable de Cataluña y/o el independentismo y/o de TV3 e y/o del adoctrinamiento en los colegios. No creo que lo consiga, especialmente porque veo por la tele al fugado Puigdemont y tengo la tentación de pedir que los servicios secretos le echen un saco por la cabeza, le metan drogado en una avioneta y le arrojen a una mazmorra fría (y después tiren la llave). Ya sé que eso lo hizo el Mossad con gran éxito de crítica y público para encerrar al nazi Eichmann, lo que demuestra que nada hay nuevo bajo el sol. En fin, trataré de no ver al Puchi y sus coleguitas si no es imprescindible, a ver si así consigo volver a ser de nuevo un ser dialogante. Que conste que no me lo ponen fácil.

Y voy a dejar de escribir contra los políticos nefastos y ya no pediré más al alcalde de Alicante que deje de abusar de nuestra paciencia y regrese a las urgentes tareas que dejó pendientes en su vida antes de dedicarse a la política. Este último propósito en realidad depende de los dignos dirigentes de éste/su periódico que me acoge: en el mismo momento en que suspendan mi columna dejaré de hacerlo, porque ellos cambiar no van a cambiar y yo contenerme no creo que pueda.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats