El hecho, sin duda lamentable, de que nuestras universidades no salgan muy bien paradas en los rankings mundiales de prestigio es un problema de raíces complejas que, sin embargo, no implica en absoluto que la formación que se imparte aquí sea mala. Acostumbrados a algo tan español como aplicar la piqueta por sistema a todo lo nuestro, con la creencia absurda de que es malo solo porque es nuestro, parece difícil sostener esa afirmación. Pero es así. Lo demuestran dos hechos incontestables. Uno, que ya es habitual que nuestros universitarios se convierten en científicos, investigadores y profesionales muy apreciados en países que no tienen precisamente niveles bajos de exigencia. Y dos, que cada vez es más frecuente que sean los estudiantes europeos los que vengan a formarse en nuestras universidades y no al revés. El caso de los futuros 'fisios' franceses que ilustra estas páginas es la mejor prueba de ello. Y el dato de que los que se están formando en el CEU de Elche son 150 y no uno o dos, la mejor constatación de que no estamos ante una casualidad. Vienen porque la formación aquí es mejor, especialmente en las prácticas, y más barata que en su país, aunque aquí estudien en una universidad privada. Y porque además las prácticas profesionales de aquí (sorpréndanse) hacen que salgan profesionales mejor preparados para el mercado laboral. ¿Y cómo saben todo esto nuestros vecinos del norte? Ahí viene la parte 'mala' de esta historia para nuestros compatriotas: porque los "fisios" formados en nuestra provincia habían cobrado un prestigio que les facilitaba encontrar trabajo con mucha celeridad en Francia. Y, como el mercado y la globalización es así, los franceses han decidido que si no podían con el enemigo, lo mejor era unirse a él: la mejor forma de evitar que 'fisios' españoles te quiten el puesto en tu propio país es formarte donde ellos se forman. O sea, nuestra 'leyenda negra' universitaria, pero contada al revés.
