Las similitudes entre Internet y la mente humana son cada vez más profundas. Del mismo modo que los psicoanalistas identificaron una parte subconsciente en nuestra personalidad, refiriéndose al contenido mental que no se encuentra en la conciencia y al que el sujeto únicamente puede acceder con dificultad, en lo más profundo de Internet, existe la Web Oscura, visitada cada día por 2.5 millones de personas, y creada a partir de comunicación cifrada y rebotada entre miles de servidores por todo el mundo, lo que hace imposible que los servicios de seguridad puedan operar allí.

Nuestro subconsciente contiene recuerdos reprimidos y deseos que nos negamos a aceptar, según argumentan los seguidores de Freud. De igual manera, la Deep Web permite el acceso a cuentas robadas, tarjetas de crédito clonadas, armas y munición, explotación sexual, libros libres de copyright, drogas, incluso piratas informáticos por encargo capaces de hackear un ordenador personal a un precio de 80 dólares o un perfil de Facebook por 50. En la Deep Web, la ideología predominante es la anarquía, como podíamos suponer, y es utilizada en algunos casos para encargar un asesinato, y en otros para organizar magnicidios financiados en masa.

Pese a lo dicho, aún hay más. Recientemente ha comenzado a hablarse de los hackers biológicos o biohackers que trabajaban en la Red Oscura, y que ya en este momento empiezan a operar a la luz pública. Los primeros biohackers aparecieron en California y ahora se extienden por todo el mundo; también por España. Su objetivo ya no consiste en programar códigos de software para ordenadores, sino en programar y reprogramar genes para crear versiones modificadas o nuevas de organismos o virus. Además, suelen trabajar de manera independiente, gracias a la reducción creciente en los costos de equipos y materiales, antes exclusivos de grandes compañías biotecnológicas o universidades.

Sin embargo, las intenciones de la mayoría de los biohackers son aportar soluciones a muchos de los problemas de la sociedad actual. Algunos, como la Pink Army Cooperative, pretenden diseñar un virus especial para identificar las células cancerígenas y curarlas. Otros ya han comercializado -por un dólar-, una sustancia creada a partir de un gen de medusa luminiscente que detecta la leche infantil contaminada con melamina. Pero no olvidemos que con estas técnicas también podrían crearse virus letales selectivos para ciertas etnias, por ejemplo.

Se trata de asuntos fantasmagóricos, como los que vagan por los oscuros rincones del cerebro.