La Real Academia Española, con el paso del tiempo, va introduciendo términos nuevos en el Diccionario de la Lengua. En la comunicación verbal aparecen conceptos que anteriormente no existían y que en la actualidad van tomando cuerpo y generalizándose en el vocabulario cotidiano. Uno de ellos es el término posverdad, que acaba de incorporarse recientemente en el Diccionario de la lengua española.

Veamos el significado del término posverdad, pues presenta aspectos inquietantes: «afirmaciones que dejan de basarse en hechos objetivos, para apelar a las emociones, las creencias personales o los deseos del público» o «distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. Los demagogos son maestros de la posverdad». Según se deduce de la definición, los hechos objetivos pasarían a un segundo plano, para ceder el lugar prioritario a las emociones, las conveniencias o los intereses. La palabra que nos ocupa y su significado choca frontalmente con el carácter eminentemente racional del ser humano, para resaltar su faceta más emotiva, sentimental y pasional.

En la sociedad actual, regida por la inmediatez de la información digital y -en ocasiones- por la ausencia de análisis y reflexión, es frecuente que el individuo se sitúe ante un riesgo muy elevado de manipulación y dirigismo ideológico. Especialmente si coincide -como es el caso- con una época donde la lectura de libros y de la prensa escrita son actividades que realizan diariamente solo un pequeño porcentaje de la población, y no por falta de medios, sino, simplemente por dejadez y desgana. La superficialidad y un supuesto aprendizaje sin esfuerzo acaban de rematar el sombrío panorama de una sociedad sobreabundante en casi todo, pero escasa de auténtico conocimiento y cultura.

En la docencia universitaria, también está teniendo efectos no deseados la inmediatez digital. Apenas se usan libros de texto. Se busca electrónicamente la información puntual sobre una materia, para salir del paso, aunque en ocasiones esté descontextualizada e inconexa de un estudio más amplio y profundo. La asimilación de una asignatura, en lugar de centrar la atención en lo esencial de un programa y en su contenido, se convierte en un deambular ocasional y puntual sobre lo anecdótico y circunstancial, lo importante queda ladeado y soslayado. Colabora en todo este baile de superficialidad la tendencia a la gradual eliminación y sustitución de las pruebas evaluadoras -anteriormente se llamaban exámenes- por la aportación de trabajos, supuestamente realizados por el alumno, con los que mayoritariamente se le evalúa. No ha sido ajeno a este sombrío panorama el Proceso de Bolonia, al reducir drásticamente las horas de docencia en materias básicas. Precisamente esas materias eran las que configuraban los cimientos de un determinado perfil profesional. Hay situaciones paradigmáticas aceptadas socialmente, que evidencian estos fenómenos. Una de ellas -por citar alguna- es la automedicación ante cualquier dolencia, realizada a consecuencia de la información que adquiere por su cuenta el propio paciente, buscando en internet, sin los más elementales conocimientos de medicina, actitud sin duda temeraria.

Recientemente se han producido algunos hechos sociales y políticos relevantes en nuestro entorno geográfico y también otros acontecimientos alejados de nosotros, al otro lado del Atlántico. No los cito explícitamente pues están en la mente de un avezado lector. De ellos se deduce la difícil objetividad de los medios de comunicación, la sutil manipulación electrónica de las noticias, las influencias artificiosas e interesadas en la opinión pública y la creación de una posverdad acorde con determinados intereses políticos y económicos.

En definitiva: la prudencia nos invita a estar muy atentos, bien formados e informados. Pues? pudiera ocurrir que nos presenten la ficción como realidad, que los hechos que intentamos conocer sean objeto de manipulación y se conviertan en posverdad, recientemente definida por la Real Academia Española. En lugar de tener ideas propias, fruto del estudio, la investigación o la reflexión personal; tendríamos ideas preconcebidas, no acordes con la realidad, injertadas desde el exterior, sin pasar por el tamiz personal de la propia búsqueda, comprobación objetiva, reflexión y asimilación. Preocupante situación: la diversidad de opinión y de pensamiento que caracteriza a los seres humanos, recogida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, convertida en una uniformidad intelectual robótica y deshumanizante, al servicio de cualquier interés retorcido y espurio.