Adela Cortina escribió un libro este año que termina, «Aporofobia, el rechazo al pobre», que ha convertido la palabra en un reto como sociedad. Ahora que se acaba el año, en el que todos se comprometen a ponerse metas y nuevos retos, combatir esta lacra sería interesante.

La aporofobia es el rechazo al pobre. Por el mero hecho de ser pobre, independientemente de su raza, religión o sexo. Es una nueva forma de anestesia social que hace que «pasemos» del pobre, como el que pasa de una farola. Es ese «asco» que le produce a determinada gente el ver pobres «molestar».

Porque como sociedad estamos preparados para repeler el sufrimiento ajeno que nos trae problemas. De hecho hemos dejado de socializar a los pobres porque es más fácil que se ocupen las ONG's o las iglesias varias. Es un cometido que delegamos en otros, para no tener que comprometernos con la miseria humana de los demás. Esa delegación, nada altruista, nos despega del pobre sin pensar que un día nosotros también podemos ser pobres.

Es el nuevo egoísmo que campa en una sociedad nueva que es más vieja que nunca. Que ha abandonado toda crítica interna y reflexión colectiva, porque es más fácil hablar de las farolas de las calles y de la iluminación de Navidad que de los pobres, de los inmigrantes, de los desarrapados.

Somos una sociedad que legisla para que los animales vivan mejor que algunas personas, pero esos mismos animalistas son incapaces de comprometerse con el vecino que lleva días sin comer. Pero que no falte la comida a los gatos callejeros. ¡Joder, qué pena de personas!

Somos incapaces de atender a una persona que vive en la calle, adicta a las drogas y a la bebida, arrojada a los más bajos infiernos, porque tenemos una legislación que no nos deja ayudarles. Prioriza una libertad del individuo que no tiene en cuenta cuando la persona no puede ser ella misma. Cuando está atrapada en sus adicciones o en sus propios vómitos. Entonces viene el juez a decirte que es un borracho y no podemos atenderlo. ¡Mierda de sociedad! Claro que podemos atenderlo, y sacarlo de esa basura. Porque muchas veces están atrapados en sus propias locuras, con sus deficiencias cognitivas tocadas? y viene el juez a decirte que no se pude hacer nada. Pues cambiemos la ley. Porque si para ayudar a la gente «intocable» como ocurre en la India, tenemos que cambiar la ley, pues ya está faltando tiempo.

Este año que comienza deje usted de pensar si ha de perder peso, de mejorar su lectura, o de ser más listo que los vecinos. Empiece rechazando la aporofobia. Porque en la medida que abominemos de esta repugnante práctica, pondremos a los más débiles en el primer saludo de los políticos. Un pobre es rechazado porque no es rico. Esta obviedad elimina el color de la piel de los prejuicios. Los turistas que van a Ibiza a gastarse la pasta en verano no importa de donde vengan. Los que escapan de una guerra son tratados como verdaderos delincuentes. Sin pararnos a pensar cuántos de los que se gastan el pastizal en noches de lujuria han sido grandes ladrones. Pero van perfumados y con ropas de marca.

Este año es el año en el que cada uno de nosotros debería de hacer propósitos por ver en cada uno de nuestros barrios todos esos pobres que duermen en bancos y en parques. Cada historia de repudio que han sufrido esos pobres los ha alejado más de esta sociedad borracha de consumismo y vacía de valores. Sociedad que organiza todo, hasta quitarnos la responsabilidad de atender a personas como nosotros, pero pobres. Es más fácil ignorar a ese que yace en el suelo, que preguntar por qué acabó ahí. O preguntar cómo puedo ayudarle. No se acaba el odio ignorando al pobre que se convierte en mobiliario urbano. Si pasamos delante de una persona, como el que pasa delante de una tienda, el despojo humano somos nosotros.

Y a esta altura de año, empezando otro, los inmigrantes son nuestros hermanos. Si no crees que eso es así, necesitas leer el libro de la profesora Cortina. Porque el muro de Trump era para los mexicanos (pobres), no para los canadienses (ricos). La enfermedad tiene cura, se llama buena y humana política.