The Year of Living Dangerously (El año que vivimos peligrosamente) es una novela escrita por Chrisopher Koch, en 1978, en la que un periodista australiano, una diplomática británica y un fotógrafo chino-australiano viven una serie de vicisitudes en Yakarta, capital de Indonesia, durante los hechos acaecidos el verano y el otoño de 1965, y que desembocaron en el intento de golpe de Estado, protagonizado por el Partido Comunista de Indonesia, el 30 de septiembre de 1965. El título de la novela hace referencia a la expresión italiana vivere pericolosamente, vivir peligrosamente, utilizada por el presidente de Indonesia, Sukarno, como título de su discurso del Día Nacional, pronunciado el día 17 de agosto de 1964.

La novela fue llevada al cine en 1982, con un film homónimo dirigido por Peter Weir. En la película, Mel Gibson da vida al inexperto reportero australiano Guy Hamilton, Linda Hunt al enigmático fotógrafo, B illy Kwuan, mientras que el papel de Jill Bryant, la atractiva mujer que trabaja en la embajada británica, es interpretado por Sigourney Weaver.

En marzo del año que está a punto de finalizar, a un grupo de ilicitanos se nos propuso escribir un artículo semanal en este diario, cada uno un día fijo de la semana. Comenzaba, de esta forma, una particular y singular aventura que, a tenor de lo que hemos comentado entre nosotros de forma jocosa en alguna ocasión, me atrevería a titular, parafraseando a Koch, «el año que vivimos peligrosamente».

Algunos nos conocíamos, otros no; nada teníamos en común, salvo quizás que la profesión mayoritaria entre nosotros, pero no única, sea la de docente. Nuestra formación, nuestra militancia política y, en principio, nuestra concepción de la vida y de la sociedad, también podían intuirse dispares.No obstante, después de compartir la misma página durante nueve meses, y mesa y mantel en alguna que otra ocasión, debo decir que, o bien el leernos los unos a los otros nos ha hecho atemperar nuestros discursos, o bien que la reflexión que exige escribir algo que van a leer miles de personas, incluidas muchas que no piensan lo mismo que uno, mueve a una moderación en las formas y en el fondo, en busca de un consenso con el lector o, al menos, de cierta complicidad por su parte.

Ahora, a punto de acabar este año, y dado que la gripe que padezco estos días no me va a permitir pensar con la lucidez suficiente para hilvanar un artículo en las mejores condiciones, me voy a limitar a hacer un repaso a mis treinta y cinco escritos de esta sección, para analizar los temas tratados y hacer mínimos apuntes sobre ellos.

De entre todos los asuntos a los que he intentado aportar mi opinión estos últimos meses, hay cuatro que aparecen de forma recurrente: la educación, las infraestructuras, el buen gobierno municipal y de los partidos políticos, y la necesidad de colaboración entre Elche y Alicante frente al centralismo de València.

La educación ha sido uno de los asuntos que más he tratado, quizás por deformación profesional. Estos últimos meses ha habido bastantes temas polémicos que volverán a estar de actualidad en 2018. El Decreto de plurilingüismo del Consell, tumbado en los tribunales a instancias de la Diputación de Alicante, va a tener su continuidad con una Ley de plurilingüismo que comienza en breve su trámite parlamentario. Las aulas prefabricadas son las mismas, o más en el caso de Elche, que al principio de legislatura, y el tan cacareado «Pacto Educativo» ni está ni se le espera. En resumen, parece que sigue siendo más rentable hacer política con la educación que Política Educativa.

En el tema de las infraestructuras, con especial énfasis en las infraestructuras ferroviarias, parece que algo se ha avanzado; aquí sí parece haber un consenso sobre las propuestas planteadas (desde Elche Piensa, creo que es justo que todo el mundo sepa quien inició esta reivindicación) para que el apeadero del AVE en ninguna parte (Estación Dama de Elche según nuestro Ayuntamiento) tenga una conexión con las estaciones de Elche-Parque y Elche-Carrús y de ahí con el aeropuerto, pasando por Elche-Parque Empresarial e IFA. Pero, ¡cuidado!, una obra no es útil cuando se comienza, sino cuando está operativa.En cuanto al buen gobierno municipal y la democracia interna de los partidos seguimos enquistados en lo de siempre: ambos conceptos son muy llamativos en la teoría, pero muy difíciles de llevar a la práctica. Comenzando por lo segundo, todos los grandes partidos, nuevos o viejos, sin excepción, tienen que rendir cuentas en Madrid o en València; quien diga lo contrario miente y quien lo piense es un ingenuo. Por lo que se refiere al buen gobierno municipal, el consistorio lo ha fiado a dos conceptos: transparencia y participación. En los dos ha fracasado. Tiempo hay de rectificar, pero lo veo difícil con los actuales responsables.

La necesidad de colaboración entre Elche y Alicante es algo tan imprescindible como utópico. Todos leemos y oímos en los medios como València se queja amargamente, con cierta razón, no lo niego, de la infrafinanciación que sufre por parte de «Madrid». Pero a la hora de la verdad, ese dinero, mucho o poco, termina por quedarse en València y su área metropolitana. Lo poco que le sobra a València llega a Alicante (capital) y a Elche no llega prácticamente nada. Una colaboración proactiva entre Elche y Alicante iba a sembrar muchas dudas en València. ¿Han oído hablar de «Tabarnia»?