Hace tiempo que tiré la toalla. Me refiero a Cataluña. A la vista de todos están los resultados de las elecciones autonómicas de ayer. Me pregunto si a alguien le ha sorprendido el resultado pues creo que estaban cantados.

Me sorprendió la convocatoria que hizo el presidente del Gobierno, nada más aplicar el 155. Confieso que fue para mí una sorpresa pues me pareció un tiempo demasiado corto para poder actuar, dentro de la legalidad desde luego, y reconducir la situación. Ha pasado lo que muchos nos temíamos y es exactamente lo que ha ocurrido: que los independentistas vuelven a tener la sartén por el mango.

¿Que va a pasar? Es evidente que estas elecciones no facultan a nadie para declarar la independencia, es decir que esas proclamas de que ha ganado la independencia de algunos representantes de dichos partidos políticos, son falsas pero, falsedades aparte, es también evidente que el 47% de los catalanes son independentistas. ¿Qué se puede hacer ante esta situación? Hay dos posibilidades: una modificar la Constitución y otra ganarse a los independentistas.

Lo de modificar la Constitución nos lleva a una nueva concepción del Estado, modificación que debe ser refrendada por todos los españoles en un referéndum y, este referéndum, puede llevarnos a un callejón sin salida. Los constituyentes se inventaron lo de las autonomías para contentar a catalanes y vascos, y a pesar de ello, ambos nos han dado muchos quebraderos de cabeza. Nunca entendí el motivo por el cual se consideraban autonomías históricas a la vasca y a la catalana. Parecía como si el resto de los españoles hubiéramos nacido ayer y tuviéramos menos historia que ellos, es decir como si el resto fuéramos de segunda categoría. Siempre me pareció discriminatorio ya que, por ejemplo el Reino de Valencia quedaba borrado de un plumazo para convertirse en una autonomía en la que convivimos valencianos parlantes y castellanos parlantes, como yo. No amo el valenciano pues nunca lo he hablado ni en mi casa ni en mi pueblo ni en ningún sitio, excepto ahora que tengo que ayudar a mis nietos a desentrañar una lengua que desconozco, y no por imposición de Franco, sino simplemente por el hecho de que en mi pueblo nunca se habló el valenciano. Con esto quiero explicar que en muchos sentidos las autonomías están forzadas y, por ello, si se modifica el Estado, nos tendrán que escuchar a los ciudadanos de «segunda categoría» de la Comunitat Valenciana.

La otra es ganarse a los independentistas. Ya adelanto que si es a base de dinero público, mi voto es que no, y la verdad es que no se me ocurre otra manera de que el Estado pueda ganárselos.

En fin una situación endiablada que nos va a costar a todos muchos disgustos.