Siempre se ha dicho que «el que no se consuela es porque no quiere», que «mal de muchos consuelo de tontos», que «no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante»,o que «a todo hay quien gane»,pero no es menos cierto que, a fuerza de buscar excusas más o menos estúpidas para sacar el cuello ante una situación negativa, nos inventamos lo que sea para no parecer más tontos que Pichote, que metió el «cinganillo» en un bote y dijo: ¡mamá, mira, una angula! Hay uno y mil chascarrillos con los que poder justificar nuestra conducta y no morir de sobreparto, en plan avestruz escondiendo la cabeza bajo tierra o no queriendo asumir lo que es evidente. ¡Y todo porque, en el fondo, nos va la marcha más que a Beethoven!.

El viernes pasado, la inmensa mayoría de nosotros volvimos a vivir de la forma más natural, distendida y coloquial el que se ha dado en llamar «día de la salud» -¡un año más, y van muchos, que no nos tocó nada, ni la pedrea ni la devolución, en el sorteo extraordinario de Navidad!-, pero no pasa nada y ¡salud que haya! He llegado a pensar que los únicos números de la lotería que no entran en el bombo son los que yo llevo, pero esto no es ni más ni menos lo mismo que piensan mis amigos, porque «tocar, lo que se dice tocar, poco; por no decir que nada».

¡Ahora me explico unas cuantas cosas!. Por ejemplo que Christopher Lambert o Sean Connery se mantengan tan lozanos, chulazos y guapos, sobre todo el segundo, por el que, desde que dejase de ser 007, no pasan los años -¡ni falta que hace!- y sigue estando más esbelto que un San Luis, casi como Adonis. ¡Jodío, Bond, James Bond!. ¿Y qué me decís del Lambert? ¡El payo ha cumplido más de 1600 años y sigue hecho un chaval; ni una arruguica, ni una mala pata de gallo, ni una ojera. Lo que yo os diga; un crío; envidia de propios y extraños!.

Sí, estoy hablando de Los Inmortales, porque, como dice mi amiga Rosario, esposa del Intendente J.A.Guti, a fuerza de que la diosa fortuna pase de nosotros como de un mojón más grande que el sombrero de un picaor y celebrar todos los años el «día de la salud», estamos a punto de convertirnos en productos imperecederos, vamos que en nuestro código de barras no hay fecha de caducidad. Tanto es así que, hace un par de meses, fui a una comida con «excompañeros de colegio», a los que, en algunos casos, no había visto desde los 16 años, más o menos, y algunos me reconocieron, incluso dijeron «estás igual; no has cambiado». ¡Fue bonito y me acordé del Lambert y el Connery!

Tengo la sensación de que, como dice Rosario, las cosas «tienen que ir por lo suyo» y si para no convertirnos en Inmortales nos tiene que tocar la lotería, pues, ¡oye!,que nos toque; yo no pondré ninguna pega. ¡Es más, me pago un par de rondas -o tres, llegado el caso- para celebrar que sigo cumpliendo años para mayor gloria del Señor y disfrute de los hombres. ¡Eso sí; tiene que tocar, tocar, porque pa no tocar ná más vale que me quede igual, porque, ya que tendría que ayudar a Montoro a cuadrar las cuentas del Estado, que mi riñón no lo note mucho. Pero, no os preocupéis, porque como no sea en la del Niño o como no me toque mi amigo el «gordo Matías», me va a tocar lo mismo que a Clavijo; ¡el doble que el año pasado, na de na!.

¿Será verdad que, a una vez a cada uno, este año nos tiene que tocar? Pues, ¡a volar la milocha!, no va a ser así, puesto que otra vez se han olvidao de nosotros, por lo que esto ya empieza a pasarse de castaño oscuro y a ser preocupante. Dicen que la lotería de Navidad es la que más toca, pero, si es verdad, será que siempre les toca a los mismos.

¡No importa, nosotros somos ricos en amigos,como el cantante brasileño Roberto Carlos, que antes de que funcionase lo del Facebook o el Instagram -en definitiva, las redes sociales-, ya tenía un millón de amigos!. ¡Seguro que Mark Zuckerberg, el papá del «face» se inspiró en él para poner en marcha «el cara/libro»; qué bestia!.

¡Para rematar la faena!. Digo yo que si la lotería de Navidad no nos toca ni pa un Jesús, mucho menos no tocará la loto o el euromillón, que, por cierto, cuesta menos que un décimo de lotería y tiene un premio más grande. ¡Qué cosas; cómo se enteren Bárcenas, Jordi Pujol o Urdanga arramblan con eso también!.

Lo dicho, yo no quiero ser inmortal,aunque tampoco es cuestión de ponerle puertas al campo y si en las manos y las voces de los «sagales» de San Ildefonso está el airear nuestros números de la suerte, pues, oye, ¡qué sea lo que Dios quiera!. De lo contrario, seguiremos celebrando, y con mucho gusto, «el día de la salud». ¡Qué le vamos a hacer! ¡Larga vida al Lambert y al Connery! ¡Hoy por ti y mañana por mí!