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La andanada

El mundo revuelto y el recuerdo

Sí, así andamos en estos días de cerrojazo a un año impar y sin par en casi todo. Con Cataluña decidiendo que todo cambie para que todo siga igual en un duelo de derechas políticas nacionalistas, cada cual hacia lo suyo, y una izquierda desnortada que ha perdido el destino en un viaje hacia la nada cuando lo tenía todo por ganar. Porque parece que cuando todo está al revés, todo sigue en orden. Si no, recordemos que la prohibición de la tauromaquia en la región de la «cuatribarrada» ha sido tumbada por el Tribunal Constitucional sin ningún reparo y... sigue sin haber toros allí.

Y América prosigue al rebufo de todo este convoy de sinsentidos. En Maracaibo, su alcalde ha decidido que no se darán festejos, mientras que en Cartagena de Indias, que luce una de las plazas de toros más coquetas de todo el orbe taurino, el primer edil obró de idéntica manera. Sin embargo, la empresa del coso ha organizado una corrida de toros con seis diestros de diferentes nacionalidades para el seis de enero, amparándose en la ley colombiana que reglamenta constitucionalmente los festejos taurinos en la patria de César Rincón.

También en aquel país habrá acento de la «terreta» en estos días, ya que José Mari Manzanares realizará el paseíllo en el coso de Cali junto a Cayetano Rivera para dar la alternativa al local Guillermo Valencia ante toros de Las Ventas del Espíritu Santo el próximo 28, en el que será el último festejo para el alicantino en este año irregular y complicado por la grave lesión de espalda que ha tenido que superar. Y también aires del Mediterráneo en México con Andy Cartagena, quien sigue cosechando triunfos en la segunda etapa de su gira por tierras aztecas en localidades como Querétaro, Tepic, Mazatlán o el capitalino coso de Insurgentes, donde cortó una oreja el pasado día 18. Cerrará el 2017 en Tlaltenango el día de los Inocentes, y abrirá 2018 en la yucateca Mérida el primero de año.

Todo eso en cuanto al presente candente de esta tauromaquia que se comprime y se expande en latidos arrítmicos. Desde esos ataques abolicionistas del animalismo que se desgañita ante el toro y calla en estos días de opíparos manjares de tierra y mar, con capones, corderos, pavos, cigalas, gambas y demás fauna sacrificada al paladar humano, hasta los números contundentes de festejos populares con el toro como centro palpitante: la Comunidad Valenciana ha batido un nuevo récord de «bous al carrer», con 9.709 festejos en 2017, lo que supone un incremento de 772 con respecto a 2016.

Y en ese presente, también el recuerdo a Dámaso González gracias a la Medalla de Oro a las Bellas Artes otorgada a título póstumo para una de las figuras más singulares de la tauromaquia del último tercio de siglo XX. Más allá de gustos y preferencias, el torero de Albacete dominó la lidia con capote y muleta ante astados de todas los encastes, y esta distinción hace justicia a esa otra dimensión del toreo que entronca con el arte del dominio del hombre sobre la fiera, de la inteligencia y el valor sobre ese tótem táurico que se crea y se recrea cada tarde, nace y muere cual ave fénix rediviva, en ese milagro de cielo e infierno que vive constantemente el toreo.

Al bueno de Dámaso nos lo arrebató esa terrible enfermedad del cáncer que deja a tantas familias huérfanas en ausencias que se notan con especial intensidad en estas fechas. Permítanme un recuerdo para todos esos ausentes y sus allegados, y en especial para la memoria de mi amigo Marco Antonio, que emprendió el último viaje el pasado miércoles, también por culpa de la misma maldita condena. La vida nos llevó a compartir los momentos de la infancia en un patio de colegio y en las calles del barrio donde disfrutamos de aventuras y complicidades, de esas que le marcan a uno a fuego la vida y la memoria. El tiempo nos separó y nos volvió a reunir, a nosotros y unos cuantos más, para saborear de nuevo el dulzor de aquellos años de maravillosa inocencia. Tan compañeros como entonces, tan amigos como nunca. Hasta siempre, Marco. Sit tibi terra levis.

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