Javier Sierra es un periodista y escritor español, nacido en Teruel, ganador de la 66 edición del Premio Planeta de novela con su obra El Fuego Invisible, en el que trata del misterio del Santo Grial, que es la copa que utilizó Jesucristo en la Última Cena. Narra en su obra la historia de un joven profesor lingüista afincado en Dublín, que viaja por unos días a Madrid para cumplir el encargo de buscar un extraño libro, se verá inmerso en un intrincado misterio para descubrir la verdad que se oculta tras la leyenda del legendario cáliz.

Y en la entretenida novela, y ante lo que parece una mera indagación científica, el asesinato de uno de los investigadores dará un inesperado giro a la historia en la que se combinan datos históricos, referentes culturales, escenarios geográficos españoles y una seductora trama. Como también lo es la de El ángel perdido, otra novela de acción de Javier Sierra que se desarrolla entre Santiago de Compostela, Finisterre y Turquía, señalando el escritor que para escribirla llegó a escalar el monte Ararat, que es una cumbre de 5.165 metros, porque los mitos bíblicos señalaban que en su cima estaba el Arca de Noé, debajo de un glaciar, añadiendo que no encontró el arca, pero que lo importante es la búsqueda, emocionándote en el camino con los pequeños hallazgos, para de esa manera encontrar un sentido a la vida.

A lo que añado que, a veces, pensamos que nuestra vida será mejor después de quizá obtener un trabajo, o una pareja, o hacer un viaje, cuando lo cierto es que no hay mejor momento para vivir que el ahora, es decir, en este preciso instante, disfrutando con la idea de que la felicidad es el camino, de modo que hay que atesorar cada momento, y procurar disfrutarlo en toda su intensidad.

Y por tanto, no hay que esperar a que algo ocurra, sino centrarse en el momento y no en el destino, desarrollando los propios talentos, dando sin esperar nada a cambio y comprendiendo que solo se puede ser feliz cuando no esperas una recompensa ni pretendes que los demás te agradezcan por lo que hiciste por ellos, sino permitiendo que la vida fluya armoniosamente.

Y así lo hago mientras me cuentan que los montes de Ararat se ubican cerca de la frontera con Irán, al este de Turquía, y que es muy probable, efectivamente, según reconocidos investigadores que fuera allí donde se poso el Arca de Noé tras el diluvio universal, por lo que quizá pudieran hallarse restos de ese posible barco enterrado, lo que pienso me parece una sugerente metáfora de la búsqueda y del propósito, mientras empieza la lectura y comienzo El fuego invisible. O, un momento, mejor quizá El ángel perdido.