Las emociones humanas son una auténtica montaña rusa, donde suben y bajan a gran velocidad y lo normal es que no descarrilen en el camino. Es fundamental saber conectar y manejar las emociones positivas, sobre todo porque nos predisponen para encontrar y disfrutar una de las más representativas, la felicidad. Llegar a esa meta es singularmente posible, siempre que alimentemos la posibilidad de conseguir alcanzarla, además de poner los medios para ello.

Una de las vías infalibles para alcanzar la meta final pasa necesariamente por activar las ilusiones. El concepto de ilusión es engañoso en sí mismo, porque alberga condiciones que se encuentran fuera de la realidad. Nos ilusionamos, por ejemplo, con ser el mejor jugador del mundo de fútbol, cuando no tenemos la más mínima aptitud para darle patadas al balón con sentido o tenemos la seguridad, siempre irracional, de que vamos a encontrar a nuestra media naranja y acabamos divorciándonos cinco veces.

A pesar de lo paradójico, lo ilusorio nos ayuda a encontrar alicientes en la vida cotidiana que nos pueden encaminar al éxito. Nadie, sobre todo en estas fechas, compraría un décimo de lotería si no tuviera la ilusión de ganar el premio Gordo, dado que la probabilidad de que esto ocurra es infinitesimal, a lo que habría que añadir que si tenemos la dicha de ser ganadores, después de pasar por la caja de la hacienda pública, lo que resta de dinero nos da para bastante poco. Antaño, ganar el Gordo era la garantía de ser multimillonario, pero hoy nos garantiza pagar la hipoteca y con suerte.

Otros caminos de las ilusiones son completamente tangenciales a nosotros mismos, como por ejemplo ir a votar en unas elecciones políticas. Los catalanes que acuden hoy a las urnas, llevan en su mochila una ilusión que se materializará si gana su partido. La probabilidad en este caso es bastante más alta, pero la recompensa no se traduce en la solución de un problema personal, a no ser que sea candidato.

Una de las virtudes de la ilusión es su sentido de arrastre, que en el caso de las votaciones se traduce en dar tu voto a caballo ganador para evitar el fracaso, sin tener en cuenta otras consideraciones ideológicas o personales. En el caso de la Lotería es la propia inercia colectiva la que te impele a comprar un décimo para optar a una oportunidad. La ilusión y la esperanza van de la mano y por muchas veces que sean frustradas no llegan a desgastarse. Lo más importante es mantener las ilusiones en alza aunque sea buscando el motivo más insignificante que, en la mayoría de los casos, es el auténtico motor de la felicidad.