Nadie especifica la fecha exacta de la Navidad, si el año 354 el papa Liborio estableció que fue exactamente el 25 de diciembre, es porque las paganas celebraciones solsticiales que festejaban al «Sol invicto» se transformaron en la solemnidad del nacimiento de Jesús, el nuevo sol de los cristianos. Sin embargo, según los datos que aparecen en el Evangelio de Mateo, es factible aproximarse con cierta precisión a ella: durante el imperio de Augusto, en vida de Herodes El Grande, que reinó del 37 al 4 antes de Cristo, y siendo Quirino gobernador de Siria. Estos detalles han suscitado múltiples estudios para determinar el nacimiento de Jesús y los más fiables permiten aventurar que vino al mundo entre siete y cuatro años antes de lo que dicta nuestro calendario.

Además, para algunos investigadores la posibilidad de que Jesús naciera en Belén es una cuestión problemática. Porque solo Mateo y Lucas afirman en dos capítulos del Nuevo Testamento que nació en Belén de Judea, la ciudad de David. El otro lugar en discusión es Nazaret, una insignificante aldea agrícola de Galilea, pero en definitiva el complemento que siempre acompaña a Jesús? de Nazaret. Así lo llaman los evangelistas, el «nazareno».

Considero que ambas coincidencias son admisibles: según las circunstancias del empadronamiento que nos describe Lucas, Jesús nació en Belén, dentro de un establo porque no había lugar en la posada. Algo que no es verdad de fe, pero sí una creencia tan firme y arraigada que no se puede comprender de otra manera. Si el Niño hubiese nacido en Nazaret, el pueblo de María y José, ¿cómo iba a nacer en un establo, en vez de en su casa?

Y tras la visita de los magos y la huida a Egipto, regresaron a Nazaret, donde Jesús vivió privadamente casi 30 años. ¿Cuántos, habiendo nacido en una localidad, son considerados en realidad como del lugar donde han residido casi toda su vida?

De esos 30 años de la vida de Jesús que los Evangelios silencian, lo único que conocemos es un episodio narrado por Lucas que le sucedió a los 12 años, cuando se perdió en Jerusalén durante una fiesta de Pascua, y cómo José y María lo hallaron en el Templo escuchando a los maestros y haciéndoles preguntas que asombraban a quienes lo oían por su inteligencia. Añadiendo que volvió con ellos a Nazaret, obedeciéndoles en todo y creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

Según esto, Jesús no se movió de Nazaret durante esos años, viviendo de una manera tan ordinaria y normal como lo hacían los demás judíos de su tiempo en los poblados de Galilea. Y cuando le llegó el momento de aparecer en público para recorrer Palestina predicando el Reino de Dios con su mensaje de salvación, nunca se arrepintió de los años ocultos y silenciosos transcurridos en su pueblo y con su gente; de su trabajo en el taller y de sus reuniones con los amigos. Nunca consideró ese periodo como perdido, porque aquel ambiente de apacible vida cotidiana es modelo en que inspirarse para lograr la serenidad familiar que hoy tanto falta y que es ejemplo frente el desenfreno que atenaza y desvirtúa la Navidad actual. Convertida por algunos en un despropósito de consumismo voraz, transformando los muchos valores de fe, de emoción, de raíces populares que la Navidad entraña, que la Navidad compendia y que la Navidad transmite, en unas fiestas desquiciadas y grotescas, sin ningún sentido auténtico. Unas fiestas que no son alegres para las víctimas del paro, de la injusticia, de tantos abusos que continuamente se padecen. Por ello, los cristianos tenemos la inmensa responsabilidad de insistir en la entraña de la alegría navideña, con el comportamiento vital a que nos compromete la fe que profesamos. Porque, aun en tiempo de tantas crisis, la Navidad ha de ser una fiesta radiante, con la dicha que depara tener el corazón limpio y la conciencia en paz, pues la felicidad no depende de la riqueza ni del poder, la felicidad brota profundamente de nuestra tranquilidad de espíritu, de nuestra conformidad responsable y sincera ante los designios de la voluntad divina que nos ha creado a su imagen y semejanza, para mostrarnos que la auténtica realidad de una vida plena solo es el amor.