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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

La lección continúa

Fui a ver La cantante calva. Más llamativo aún que el texto es cómo llegó Ionesco a concebir la que sería su primera pieza dado que no tenía intención alguna de convertirse en autor teatral. Ocurrió cuando se esforzaba por aprender inglés y se dio de bruces con frases similares a las de cualquiera que lo haya intentado: que la semana tiene 7 días, lo cual sí que se comprende; que abajo está el suelo y arriba el techo y, en la tercera lección, el propio creador francés de origen rumano confiesa que se encontró con un pasaje revelador de una pareja de ingleses, el señor y la señora Smith, en el que ella informaba a su marido que vivían en los alrededores de Londres, que tenían unos cuantos hijos y que los Martin eran sus amigos. Ionesco no aprendió inglés pero, a través de unos mimbres de manual, pergeñó escenas reveladoras sobre el automatismo colectivo, el absurdo de una serie de acciones que atiborran el día a día y el galimatías que, socialmente, nos mantiene desorientados y perplejos. Por si alguien lo desconoce, La cantante calva posee un récord mundial: viene representándose de forma ininterrumpida en La Huchette, del Barrio Latino, desde 1957, sin que a la versión se le haya tocado un pelo. A sus 84 años, Roger Defossez ha encarnado al señor Smith en 6.000 ocasiones, pero no por ello ha dejado de programar ensayos. Confiesa que trata de afinar para lograr hacer cada día más absurdo el teatro de Ionesco.

En la sala que asistí, y en una sesión que no se caracteriza por congregar a esos tan puestos que reservan en La Huchette, el primero en irrumpir fue el señor Martin, Fernando Tejero, a lo que desde asientos próximos se repuso: «Es verlo y mearme». Pensé: tú veras. Y claro, en cuanto la gran Adriana Ozores empieza a decirle a su partenaire, el señor Smith, «anda son las 9, hemos comido sopa, pescado, patatas con tocino, ensalada, los niños han bebido agua inglesa...» y, más o menos, así hasta el final, la cara de quienes habían anticipado algarabía era para verla. Pues sí, aquí no hay quien viva. Vamos, puro Ionesco

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