«Piensa en lo valioso». Cleóbulo de Lindos (aprox. 600 a. C.),

filósofo griego».

Unos conspicuos exploradores galácticos del Instituto Carnagie acaban de contar en la sesuda revista «Nature» que han detectado el agujero negro supermasivo más antiguo de la galaxia, al que han bautizado como ULAS J1342+0928 ?qué le vamos a hacer, los científicos son así de frikis?, que se formó 690 millones de años después del Big Bang, cuando el universo tenía sólo el 5% de su edad actual, y que, por si eso fuera poco, se encuentra a 13.100 millones de años luz de distancia de la Tierra. Un buen paseo. Casi al mismo tiempo que ese extraordinario acontecimiento se hacía público, algo más cerca, más concretamente en nuestro municipio, sucedía otro fenómeno no menos trascendente y digno de un profundo estudio epistemológico: la misteriosa desaparición (otra vez) de la superenseña nacional que preside el paseo de la Estación. ¿Estaban relacionados ambos acontecimientos? ¿Tal vez la extraordinaria y descomunal fuerza de atracción gravitacional del remoto cuásar primigenio había sido capaz de succionar la gigantesca bandera, aprovechando algún recoveco espacio-temporal sideral? Arduas investigaciones y pesquisas periodísticas llevaron a la conclusión de que el blasón nacional de 70 metros cuadrados ?más grande que muchos pisos habitados por familias? que Mercedes Alonso plantó el 6 de diciembre de 2012 en lo alto de un mástil de 18 metros, había sido retirada por orden del gobierno local. ¿Por qué? Pues porque estaba hecho unos zorros, y porque la borrasca Ana amenazaba con acabar con lo que quedaba de ella. La cuestión es que, de nuevo y en el peor momento, nos quedamos sin tan acendrado referente patrio en unos tiempos inciertos en que necesitamos símbolos inmarcesibles y perennes que nos recuerden fehaciente e indeleblemente dónde estamos y quiénes somos. «Sic transit gloria mundi», que decía el otro.

De momento parece que vamos a seguir así, porque el tripartito no ha decidido aún si volverá a colocar la bandera, que ya ha repuesto varias veces, y no están los tiempos para dilapidar el dinero público en estos asuntos. Repasemos. Cuando se colocó, en 2012, costó 770 euros, y un año más tarde se hicieron unos arreglitos por importe de otros 194. Pese a los remiendos, en 2014 hubo que colocar otra nueva, que se llevó 847 euros, y dos años después se repitió la operación renove total, con otros 877,25 eurazos. Además, en noviembre y diciembre de 2016 se realizaron sendos arreglos por importe de 120,94 euros cada uno. Pero no se vayan todavía, aún hay más. Porque en febrero de este año se volvió a colocar otra superbandera nuevecita, que supuso un desembolso de 877,25. En total, la megaenseña nacional nos ha costado hasta ahora 3.807 euros. Que ya es amor vexilológico. Y es que entre estas reposiciones, las banderas arcoiris del día del orgullo LGTBI, los lazos gigantes de varios colores para respectivas causas sociales y reivindicativas que se cuelgan del balcón municipal semana sí y semana también, y las pancartas para los días internacionales de todo tipo y condición a los que se suma entusiastamente nuestra solidaria corporación municipal, se va un pico. Y si no, que se lo digan a la responsable municipal de los cuartos, Ana Arabid, que no dice nada al respeto pero lo piensa.

En cualquier caso, algo habrá que hacer con la cuestión banderil y su enhiesto mástil. Están viendo de colocar una más pequeña, pero no sé si al reducirse el tamaño inflamará con idéntica intensidad el orgullo patrio y enardecerá al personal con igual determinación. Hay dudas al respecto. Desde el departamento de parques, huertos, macetas y jardines, el concejal Antonio García estudia posibles alternativas, infatigable en su empeño de hacer de Elche una ciudad verde esmeralda, sostenible y biosaludable ?no se pierde ningún acto de Elche Piensa, venga tomar nota?. Por ejemplo: ya que no se llegó a hacer la noria-mirador del palmeral que tan entusiásticamente propugnó Alejandro Soler durante su etapa como alcalde, se podría llevar a cabo una adaptación del proyecto a los tiempos que corren. Consistiría en instalar una tirolina o pasarela colgante tipo parque multiaventuras desde los alto de la torre-campanario de Santa María hasta la punta del mástil banderil del paseo de la Estación. Así, los usuarios, aborígenes y forasteros, combinarían durante el trayecto aventura, diversión familiar y turismo experiencial, obteniendo una espectacular visión aérea panorámica del Parque Municipal, con la emoción añadida de hacerse un selfi mientras las palmas de las datileras más altas le golpean a uno/a en la cara durante el descenso. Incluso se podría hacer una variante con un desvío hasta la torre del Homenaje del Palacio de Altamira. Hay que ser creativos y reinventar la ciudad, hacerla inclusiva, expansiva y proactiva. Manos a la obra.

Pero ojito: la bandera del paseo no es la única en peligro. Otro pendón legado a la ciudad por el alonsismo, la gran enseña franjiverde instalada en la rotonda de acceso al estadio desde la antigua circunvalación sur, en homenaje al Elche CF y a su afición, en aquellos momentos de euforia primerdivisionista, está aún peor: hecha auténticos jirones. De esa no se preocupa ni se ocupa nadie. Tal vez porque es una metáfora poética de la situación en que se encuentra el club, en lo deportivo, lo económico y lo institucional. Pues nada, ojo con los agujeros negros y a aprovechar las rebajas de enero.

Por cierto, lo que yo quería hoy era hablar de mi libro y ya ven, con las dichosas banderitas?