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La andanada

Solidaridad, cultura, grandeza

Sin duda el acontecimiento más sonado de los últimos días, como ya anunciamos la semana pasada, estaba por ocurrir en la plaza de toros de México, la Monumental de Insurgentes, donde ocho toreros trenzaron el paseíllo para jugarse la vida y recaudar fondos en pro de los damnificados de los terremotos sufridos en el DF y también al sur del país en las postrimerías del pasado verano. Los aztecas Sergio Flores y Joselito Adame fueron profetas en su tierra al lograr doble trofeo y abrir la puerta grande. Sin embargo, el acontecimiento dejó otros datos e imágenes más curiosos.

Ya saben que el gran asunto residía en la enésima reaparición de José Tomás. Tendríamos que dejar de usar ya este término, puesto que la normalidad en la carrera del diestro de Galapagar en lo que llevamos de siglo ha sido más la intermitencia que la regularidad en sus apariciones. Vino con las mismas armas de siempre, que sobre la arena dejaron una faena notable a un toro de Jaral de Peñas, con sobresaliente quite por gaoneras y templado toreo de franela. Sigue el madrileño, para bien y para mal, con sus «mengues», y a pesar de que la ocasión casi lo requería, vetó toda posibilidad de que el festejo fuera retransmitido en directo (con lo que la recaudación habría subido, y mucho) y volvió a imponer condiciones leoninas a los medios, como las que sufrimos en nuestras propias carnes en junio de 2016 para su paso por nuestra ciudad. A este José Tomás canoso y ajado se le vio como si hubiera hecho temporada completa. Es su sello, su secreto, su impronta. Se llevó una oreja, mismo resultado que el de José Mari Manzanares, que anduvo entonado y al que se le vio un toque diferente con el percal. Salvo por aquel dichoso dengue, los aires americanos siempre le han venido bien al alicantino en su búsqueda estilística personal.

También actuaron con menos suerte y lucimiento Pablo Hermoso de Mendoza, El Juli, El Payo y Luis David Adame. Y se dejó ver en el callejón incluso Morante de la Puebla, con unas pintas extravagantes que más le asemejaban a un pintor bohemio francés del XIX que a un torero. Y no olvidemos que Enrique Ponce, aunque no participó en este festejo, donó los honorarios de su exitosa actuación del pasado 3 de diciembre en Insurgentes para el mismo fin benéfico.

La solidaridad del toreo, ya se sabe, conocida desde siempre y practicada de manera casi constante. Una relación tan estrecha como la que se ha dado también de manera secular entre el toreo y el resto de las artes. De todos los casos paradigmáticos, la «foto del 27» es, sin duda, el más conocido y de mayor calado, y ha tenido en esta semana una reedición especial. En Sevilla un torero volvió a rememorar aquella unión entre tauromaquia y cultura. Fue Miguel Ángel Perera, junto a la C átedra Sánchez Mejías de la Universidad Hispalense, quien convocó una nueva foto en el Ateneo de Sevilla. Si entonces el torero sevillano se rodeó de Rafael Alberti, Federico García Lorca, Juan Chabás, Mauricio Bacarisse, Jorge Guillén, José Bergamín, Dámaso Alonso y Gerardo Diego, el diestro extremeño amplió más allá de la literatura a sus invitados, entre los que estaban el tenor Plácido Domingo, el poeta Carlos Marzal, el filósofo Fernando Savater, el músico Javier Perianes, el actor Juan Echanove, el cantaor José Mercé, la ex ministra y profesora de Derecho Constitucional Carmen Calvo, la tenista Conchita Martínez, el periodista Rubén Amón y Elisio Summavielle, director de la Fundación Cultural de Belén, de Lisboa. Con cena final en la finca Pino Montano, que fuera de Sánchez Mejías, para no olvidar, noventa años después, que tauromaquia y cultura forman parte de un único sentir que se expresa en múltiples revelaciones.

Tauromaquia y cultura siempre, y sobre todo en el día a día, con la consistencia y el buen hacer de los aficionados, como ha sido el caso de los socios del Club Taurino de Alcoy y sus jornadas culturales celebradas los días finales de noviembre, así como la publicación de su excelente revista «Las Arenas del Serpis»; y en el mismo aire, los miembros de la Peña Cultural Taurina Villenense, que celebraron sus veinticinco años de existencia con unos actos finalizados brillantemente con la conferencia sobre «La literatura en la Edad de Oro del toreo» del catedrático de literatura de la Universidad de Alicante Ángel Luis Prieto de Paula. Tauromaquia, literatura, solidaridad, cultura... a pesar de quien se empeñe en negarlo todavía.

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