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Javier Mondéjar.

El indignado burgués

Javier Mondéjar

Quiero que me juzgue un robot

Ya les conté que ando obsesionado con las últimas tecnologías, tratando inútilmente de ponerme al día en un afán ?también inútil- de retrasar mi obsolescencia programada. Por si fuera poco el lío que me traigo estudiando acerca de las criptomonedas y las cadenas de bloques, me está gustando el temita de evitar el error humano -y la corrupción inherente a los bípedos- saltándonos al hombre o la mujer en el proceso. Si la vida son procesos numéricos, es decir matemáticas, igual que una serie de máquinas coordinadas pueden hacer la vida más sencilla a través de las blockchains, porqué no dejar que sea un robot quien nos juzgue e imponga una pena en caso de que cometamos un delito contra la sociedad.

No es que rechace que mi hijo prepare oposiciones a la Magistratura, que la verdad es que me apetecería, pero a lo mejor en unos pocos años igual que van a desaparecer los notarios y los registradores de la propiedad pueden desaparecer los jueces, así que mejor que se busque las habichuelas en otro sitio; por si acaso. ¿Ciencia ficción?, es posible, pero quizá no estemos tan lejos de una sociedad en la que una máquina controle los rasgos más mezquinos del ser humano. ¿Sería una sociedad más perfecta? Indudablemente ¿Será admisible por los seres humanos?, pues seguro que nos resistiremos con uñas y dientes al cambio.

Yo no tengo ninguna duda acerca de la actitud y la aptitud de los jueces considerados en su conjunto, tampoco en principio de la de los árbitros de fútbol, pero mientras que los segundos pueden hacerle perder una Liga al Madrid ?y tampoco pasa nada, que ya tiene copas más que de sobra- los primeros pueden arruinar tu vida para siempre. La subjetividad del juez, que en teoría debe ser garantía de una aplicación justa de la Ley, me da pavor y eso que he tenido la suerte de no presentarme en una sala de juicios más que de testigo. Así y todo, y aunque fue una sola vez, no respiré tranquilo hasta que no salí por la puerta de la Audiencia, así que comprendo perfectamente la maldición gitana del «pleitos tengas».

Sin el componente humano de los prejuicios o incluso de la presión de la calle, estoy seguro que muchos veredictos serían más justos y, sin duda, más ajustados a derecho. Otra cosa es que en bastantes ocasiones las leyes son imperfectas y su aplicación tiene un carácter opinable que se las haría pasar bastante canutas a la maquinita, pero la solución sería que el mismo programa perfeccionara las leyes o yendo más allá, que las redactara. Algo así pasa con algunos confesionarios automáticos que han puesto a prueba en el Vaticano, donde cuentas tus pecados y el sistema fija tu penitencia. Si eso vale para una ofensa a dios, que eso es en teoría un pecado, ¿no va a valer para un delito contra los hombres, que tienen menor rango?.

Fíjense en el fútbol, que es uno de los deportes más reacios a las modificaciones desde que a los ingleses les dio por inventarlo y dotarlo de diecisiete reglas tan inmutables como las Tablas de Moisés. A pesar de todo, presionados por la tecnología, han tenido que empezar a aplicar el VAR que evitará los errores más groseros de los colegiados. De momento los árbitros estudiarán las jugadas en una tele, pero no está tan lejos el momento en el que el ordenador dirá si el balón ha entrado, si el jugador está en fuera de juego o el presunto penalti es un piscinazo. Es cuestión de tiempo, pero inevitable como la declaración de la renta si no eres un rico heredero y tienes tu pasta en paraísos fiscales, claro. Obviamente con el VAR se acaba la tertulia del otro bar, con bé, que es la base y esencia del «júrbol»: que si el Barsa está favorecido por los trencillas o que al Madriz no le pitan un penalti a favor así le peguen cuatro tiros a Ronaldo en el área. Es posible que sea mucho más divertido un arbitraje imperfecto que alimente los rencores y el victimismo, al fin y al cabo el fútbol todos sabemos que no es un deporte sino una analogía de la vida en noventa minutos.

Ya les digo que si alguna vez cometiese un delito ?por ejemplo despachar a algunos políticos que seguro que conlleva cienes de atenuantes- preferiría el juicio neutral de un «blockchain» judicial a jugármela con un juez o una jueza que no sé si me saldrán ranas, si les gustará o no mi forma de vestir o hablar, o tienen una extraña fobia que consiste en odiar a las personas de cabello escaso o inexistente, que es mi situación actual. Lo que es seguro es que los juicios serían mucho más rápidos y los fallos no sembrarían la controversia. De paso, si fuese sentenciado a pagar una multa el sistema cobraría directamente en bitcoins sin ninguna intervención humana y sin que el infractor pudiera decir ni mú y menos alegar que disculpe señoría, pero ahora no llevo suelto.

El hombre siempre es el eslabón débil de la cadena y cuanto menos le dejemos opinar, mejor nos irá. De hecho este artículo ha sido redactado autónomamente por un Mac escapado del control del Indignado Burgués y ha salido monísimo.

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