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Juan R. Gil

Análisis

Juan R. Gil

El PP se hace antisistema

Seguro que todos ustedes han oído hablar alguna vez de las cinco fases del duelo que definió la psiquiatra Elisabeth Kubler para tratar de explicar los procesos por los que pasa un ser humano ante una pérdida. Primero, negación; después, ira; a continuación, negociación; en cuarto lugar, depresión y, por fin, aceptación. Los partidos políticos no son seres humanos pero están conformados por ellos. Así que puede afirmarse que cuando una fuerza política pierde el poder después de años de ejercerlo, entra más pronto que tarde en una espiral de descomposición y atraviesa esas mismas fases del duelo que son aplicables a las personas. A veces, sin embargo, es difícil saber en cuál de esas fases se encuentra un partido derrotado conforme avanza la legislatura. El PP, por ejemplo. Uno diría que en estos momentos se encuentra a caballo entre la negociación (entre sus distintas facciones: distan mucho de ser aquel ejército de prietas las filas que eran cuando mandaban) y la depresión, tanto en la Comunidad Valenciana como en la provincia de Alicante. Lo llamativo en su caso es que, incapaz de superar el duelo dos años y pico después de ser desalojado de las principales instituciones políticas, ahora mismo actúa casi como un partido antisistema. No me digan que no es sorprendente.

El PP sigue sin entender que en la Comunidad Valenciana, después de 20 años, es oposición y que volver a gobernar la Generalitat no le va a ser fácil. La negación sigue estando presente en la mente de sus dirigentes pero el batiburrillo que tienen parece que no les deja superar una fase antes de entrar en otra, que todo lo mezclan, así que a un tiempo están, como he dicho, en la negociación y la depresión, pero también en la negación y en la ira, todo a la vez. Lo prueba la línea marcada en las últimas semanas por su presidenta regional y futura candidata a la presidencia de la Generalitat, Isabel Bonig. Como si todavía fuera consellera de Infraestructuras, como si aún ostentara el Gobierno (negación), Bonig hizo advertencias a los empresarios que casi eran amenazas para que no respaldaran la manifestación que se celebró en defensa de una financiación más justa para la Comunidad Valenciana. Dado que no le hicieron caso, ha intentado que en los Presupuestos de la Generalitat se eliminen las ayudas públicas que tanto la patronal como los sindicatos perciben (ira), algo pasmoso proveniendo de un partido que hizo de amamantar a las organizaciones empresariales para manipularlas una forma de proceder sistemática que, de tan exagerada, casi llegó a acabar con todas.

No contenta con eso, su grupo en las Cortes Valencianas se alió con Podemos esta semana para bloquear una mejora de los sueldos de los funcionarios que pasan a desempeñar labores políticas para que no pierdan por dedicarse al servicio público desde otras funciones ni salario ni carrera profesional, como ocurre ahora; y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, darle también un buen tajo a los fondos que Hosbec, la principal patronal turística de la Comunidad, recibe para acciones de promoción de nuestros destinos, además de ser cómplice de otro severo recorte al presupuesto de la Agencia Valenciana de Innovación, una apuesta de futuro que a todos (menos al PP, por lo que se ve, y a Podemos, que está en su propia guerra, como en otras páginas de este mismo periódico cuenta Pere Rostoll) nos interesaría que nos fuera bien. Perseguir empresarios, castigar funcionarios, bloquear por la vía del presupuesto los organismos pensados para promover el desarrollo de la economía, y hacerlo de la mano de Podemos, justificaría de sobra entender que el PP ha optado por comportarse como un partido antisistema. Lo que ocurre es que no lo hace porque quiera cambiar dicho sistema, que precisamente el PP exprimió hasta pervertirlo: lo único que pretende es asustar a los empresarios para demostrarles que aún mandan y aprovechar las evidentes grietas que empieza a mostrar el Pacto del Botánico, por la necesidad de visibilidad de un Podemos para el que esta legislatura está pasando en blanco, para debilitar vía Presupuestos al Consell.

No es solo en Valencia donde esta estrategia de tierra quemada se está poniendo en evidencia. Esta semana, como mi compañera Sandra Llinares le recuerda al presidente de la Diputación en la entrevista que hoy publicamos con César Sánchez, se han celebrado tres importantes actos empresariales: la conmemoración del 40 aniversario de Hosbec, el evento anual que organiza Bocopa y el que ha programado el sector del mármol, en lucha por salir de la crisis en la que lleva años y volver a ser una de las locomotoras de la economía de la Comunidad. El presidente de la Diputación no asistió a ninguno de los tres actos, sembrando un fuerte malestar entre sus organizadores. Ni está con los agricultores en plena sequía, ni con los hoteleros en plena expansión, ni con los marmoleros, en plena reconversión, ni con los productores de vino, en plena transformación. Y entonces, ¿con quién está el PP? Se desconoce. Lo que se sabe es que a ese tipo de reuniones, últimamente, sólo hay dos fuerzas que no acuden con una representación digna: el PP o Podemos. Incluso en la celebración, el pasado día 6, del acto conmemorativo de la Constitución, ambas fuerzas tuvieron un comportamiento similar. El PP corrigió el error del año anterior de contraprogramar la jornada. Pero a pesar de que la boca se le llena de defensas de la Carta Magna, al acto solemne en el Teatro Principal envió los representantes justos para cubrir el expediente y nada más. Aquí sí que hizo acto de presencia Sánchez, como también el delegado del Gobierno en la Comunidad, Moragues, responsable del error del pasado año, pero Bonig desde luego no estuvo, como tampoco el presidente provincial de Alicante ni su cada vez más larga guardia de corps. Podemos hizo lo mismo: mandar el personal limitado, para estar pero no estar.

¿A dónde va el PP con esa estrategia? ¿De verdad cree que aliándose con Podemos va a sacar réditos electorales? Me temo que lo que ocurre es que ni Bonig para la Comunidad, ni Císcar, para esta provincia (donde a Bonig parece tenerle vetada la entrada, así se las gastan entre ellos) ni Sánchez para esta Diputación tienen un proyecto político coherente, ni con los tiempos que corren ni con lo que ellos mismos dicen representar. Priman en su actuación el tacticismo de vuelo corto y la rabieta infantil e impropia. No quieren estar con la gente, sino que la gente esté con ellos o se atenga a las consecuencias. Y conforme se agotan tramos de la legislatura se diría que las cinco fases del duelo deberían ser, para los populares, seis o más: hay que añadir cuanto antes el desconcierto y quizá la desesperación. Porque si no es así, no se entiende tanta tontería.

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