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El ratón tiene cáncer

Ada Colau ha desempolvado el viejo noviazgo con una italiana para reafirmar su condición política plurisexual de manera ventajista. Lo ha hecho en campaña buscando reactivar el voto, no esperando perderlo por ello, con un debate afortunadamente ya superado. Sin embargo y de manera sibilina algunos de sus colaboradores se han encargado de magnificar "la sinceridad" de la alcaldesa de Barcelona, supuestamente una mujer valiente que acude a un programa de la telebasura en busca de fortuna electoral. Otro numerito en el gran circo de la banalidad. El profesor de Nanociencia, que definió en las redes sociales a Miquel Iceta como un "impostor, ignorante y demagogo" de "esfínteres dilatados", ha dimitido después de ofrecer disculpas y aclarar que lo de los esfínteres era una forma de decirlo, una metáfora. Las viejas historias de amor y el odio africano concurren en una campaña electoral sin otra intención que despertar emociones baratas y bajos instintos. Un académico de la lengua asesta un par de mandobles a un diputado independentista que hace honor a su apellido por su escasa comprensión lectora y, de paso, le sacude a la alcaldesa oportunista que destapa su sexualidad en "Sálvame". Son pequeñas escaramuzas pero con un escenario terrorífico de fondo: la cruda expectativa de una caja de la seguridad social quebrada, la fractura en Cataluña y una financiación territorial basada en la insolaridad. La muerte de cáncer de un ratón no es equiparable al saqueo de Roma y, sin embargo, sólo detectamos en la discusión diaria una preocupación tumoral por lo insignificante y lo accesorio. Ahí está Colau presumiendo de transparencia con cargo a su sexualidad que sólo le tendría que preocupar a ella.

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