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Un artículo muy más óptimo

Dice el actor de moda: "Estoy en una situación profesional óptima", y yo me alegro mucho por él. Me alegro porque "óptimo" significa que es tan sumamente bueno que no puede ser mejor. Sin embargo, leo a continuación que al muchacho, en realidad, no le han ofrecido papel alguno en serie ni en película ni en teatro, ni en nada de nada. Que está parado total, está a la espera, está en veremos. ¿Por qué, entonces, dice que su situación profesional es "óptima"? Porque todo, querido lector, es ya óptimo, porque "óptimo" ha perdido su significado, porque todo es brutal, bestial: óptimo, en una palabra. Y ahora viene lo más mejor (perdón por el anacoluto): dice la mujer del tiempo en la tele que "las recientes nevadas han dejado las pistas de esquí en muy óptimas condiciones", y yo me alegro por quienes esquían. Porque si ya óptimo es aquello que no puede ser mejor, "muy óptimo" debe de ser la muy repera, la muy repanocha y la muy releche: las pistas están "muy que no pueden ser mejores", válgame Dios cómo deben de estar las pistas. Paso las páginas del periódico y leo un titular con las palabras de un entrenador de fútbol: "Nuestra racha es inmejorable", y yo me alegro por él. Me alegro porque "inmejorable" significa que no se puede mejorar. Sin embargo, leo a continuación que su equipo ha obtenido siete puntos de los últimos nueve posibles, con lo cual su racha sí es mejorable: podría tener dos más. ¿Por qué, entonces, usa "inmejorable"? Porque todo, querida lectora, es ya inmejorable, porque inmejorable ha perdido su significado, porque todo es genial, flipante: inmejorable, en una palabra. A ver, un poquito de doctrina gramatical. Son adjetivos "elativos" aquellos que no se pueden graduar, los que no se pueden decir ni escribir en grados sucesivos, ni para más ni para menos. Los que antes se llamaban "adjetivos absolutos", vaya. (Sí, que ya sé que hay excepciones históricas: pero solo cuando hay voluntad de estilo, no en el habla común que es de la que trato aquí). No cabría decir que algo es "muy increíble", por ejemplo; porque si es "increíble", no puede creerse, y punto pelota, ya está. Si queremos redundar, si queremos enfatizar, podríamos tirar de "absolutamente increíble", pero que no se nos vaya de la mui el "muy", digo. Y es que, claro que sí, la gente habla como quiere y la RAE admite ahora en su amplio seno cualquier forma de hablar que tenga un par de días de antigüedad, no la vayan a tildar de obsoleta, por favor. Pero habremos de ir aprendiendo a toda pastilla este neoespañol que triunfa en cualquier tribuna analfabeta a fuer de posmoderna. Preparé- monos para oír y leer que una catástrofe es "bastante atroz": o sea, "bastante muy grande". Una paliza será acaso "poco brutal": o sea, "poco muy grande". Habrá objetos a los que se calificará como "muy diminutos": o sea, "muy sumamente pequeños". Y nos aguardan personas, bestias y cosas que serán muy excelentes, poco excelsas, muy eximias, poco extraordinarias, muy fabulosas, poco gélidas (o sea: poco muy frías, adiós a "templadas"), muy horrorosas, poco ínfimas, muy inmaculadas, poco inmensas, muy maravillosas, poco máximas, muy mínimas y hasta poco minúsculas. Las personas, bestias y cosas quizá sean, bendecidas por la Real Academia, muy perfectas o poco perfectas, muy preciosas, muy supremas, poco terribles, poco tórridas o poco tremendas. Incluso el mismo concepto de "adjetivos elativos" acabará por graduarse y se dirá que "altísimo" es poco elativo o muy elativo. Ole. Pero un servidor seguirá prefiriendo, en contra de este neoespañol, el español creativo y elativo de un bedel de instituto de la montaña astur leonesa que me recibía en mañanas como estas con el siguiente saludo: "Menuda nevadísima está cayendo. Mira cómo están las carreterísimas. Hay que sacar bufandísimas y guantísimos". Y yo subía a mi clasísima.

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