Al igual que se recogen medicamentos y alimentos para las sociedades necesitadas, Cataluña necesita medicamentos para curar el nacionalismo. Deberíamos poner cajas de recogida sabiendo qué necesitan algunos de los catalanes tocados por el TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) del proçes. Tanta milonga repetitiva de presos políticos, de falta de libertad, de votarem, de independencia, de tierra opresora, de fuera la Guardia Civil? y otras veleidades, sólo puede ser fruto de patologías compulsivas con tratamiento prescrito.

Para aquellos que se encargan de boicotear la tienda de los padres de Albert Rivera, deberíamos administrar la pastilla de la rabia. Porque ya hay que estar malito de la cabeza para pintarrajear el escaparate de unos trabajadores. Y luego dicen que el nacionalismo es pacífico. Ya.

Para todos esos que dicen que enfundarse una camiseta de la Selección Española y ver el partido de la Selección es ser nacionalista español, convendría tomarles la temperatura y recetarles una tila. Porque si eso lo dices en Francia, en Alemania, o en Reino Unido, te mandan a freír huevos con salchichas.

Para todos aquellos que ven cómo se multa a un establecimiento que rotula en español, en vez de en catalán, y eso lo ven normal, deberíamos aplicar alguna cremita en la cocorota para quitarles el calentón irreal.

Para los que les preguntas en español una cosa, y te contestan en catalán, para hacerte ver que el idioma que hablas es un idioma de un país extranjero, o para posicionar la reivindicación independentista, un poco de jarabe que suavice sus gargantas iría bien. Hablar es comunicarse. Y la lengua, cuando se utiliza como reivindicación política, elimina su grandeza para convertirla en un yugo.

Para los pocos que son capaces de ir a un hotel a increpar a la Policía Nacional y a la Guardia Civil, para declararles personas non gratas, y hacerles abandonar de manera violenta, como hacían los nazis con los judíos, un supositorio de glicerina de los de tamaño XXL les funcionaría. Eso creo yo, porque cara de estreñimiento tenían muchos de ellos.

Para los que en una clase escolar preguntan a los niños quiénes son los que tienen padres policías para señalarlos, una inyección de sensatez y de educación les vendría muy bien. También se les puede inyectar la misma dosis a los que ponen a los niños al frente de las manifestaciones o de los piquetes. ¡Cuánta manipulación! Cuidado que los niños a veces salen en contra de los padres?

Para los que rocían con gasolina la bandera española y la queman con la cara tapada, hay centros de tratamientos mentales a vuestra disposición. Que eso tiene cura, leyendo un poquito y viajando más allá de Andorra.

Para los que son capaces de entrar en un aula universitaria a interrumpir el mayor de los ejercicios de libertad, que es la Universidad, para imponer su mantra totalitario, una dosis de píldoras para la memoria les iría bien. Claro que para eso tendrían que llegar hasta la Constitución e igual les da urticaria.

Para aquellos que dicen que ya han votado, aunque las urnas estuvieran llenas antes de entrar en el colegio electoral, convendría apuntarles a rehabilitación, para que no se les caigan más las urnas.

Para los que dicen que TV3 no está manipulada? no tengo medicamentos a mano. Aunque quizás pasarse al canal Playboy y enchufarse alguna viagra, será más placentero que el porno que te enchufan en la televisión autonómica catalana.

Para los que como la CUP son antisistema pero son capaces de pactar con la corrupción de los amigos de Pujol, les haría pasar por la factoría de Albert Boadella. Esperando que Boadella sea capaz de organizar el zoológico intelectual y político, en una gran obra de teatro que sería presentada en todos los colegios, para que conozcan todas las especies políticas.

En fin, que medicamentos y medicinas las hay para curar el delirio colectivo en el que se ha convertido una parte de la gente de España. Perdón, he dicho España, sin tomarme una aspirina, que a ellos les da dolor de cabeza. Todo eso tiene cura con urnas de verdad. Porque con teatrillos baratos, desde Bruselas, y en plasma, no podemos recetar soluciones mágicas.