Hubiera deseado un titular más contundente porque el tema lo merece, pero la desazón hace rebajar el tono de la crítica. Dándole vueltas al menfotismo que nos caracteriza, estaba decidido a iniciar con un «no m'hen fotis», recordando que solo así se justifica la inclinación de los alicantinos a seguir tragando con la inutilidad del Ayuntamiento. Como el tema va de gorrinos, recordé uno de los pocos discursos de Raúl Castro que me despierta cierto interés y, casualmente, habla del asunto que nos ocupa. Hace un par de años, el dictador cubano se mostraba contrariado por la desmesurada proliferación de la cría de cerdos en la vía pública. Y, miren por dónde, aquí encontré la similitud con Alicante. Lástima que sea la insalubridad y no la belleza, lo que nos asemeje a la perla del Caribe.

Tal es el caos en Alicante, que los marranos andan por ella a su antojo. Los que llamamos irracionales, van comiendo la mierda que se acumula en las calles. Disculpen el recurso a lo escatológico, pero el hartazgo acaba por hacer perder todo atisbo de cortesía. Reconózcanme que es impactante ver a una manada de cerdos, devorando la basura abandonada en las proximidades del cementerio. Así está ocurriendo. Les recuerdo que la legislatura empezó con aquellas ratas de tamaño XXL, que se hicieron habituales en el centro histórico de Alicante. Ahora vamos mejorando con bichos de mayor tamaño. Y es que, en la millor terra del món, somos tan animalistas que hasta damos de comer a los puercos. Vietnamitas, para ser más exactos.

Mientras tanto, los otros animales ?aquellos supuestamente racionales?, siguen negando el descanso del vecindario al tiempo que impregnan las paredes de vómitos y meadas. Esa es la otra marranada, la humana, que nace de la falta de civismo ?¡eso no se aprende con una asignatura, diablos!? pero también de la permisividad de las autoridades municipales. La vida sigue y no dejamos de pasar página, con una resiliencia que raya en lo patológico. Entiendan ahora porqué me refería al característico menfotismo de los alicantinos ¡Aquí nunca ocurre nada!

Vaya por delante que las piaras callejeras en Cuba no son fruto de la falta de higiene. Lejos de ser así, se trata de una mera cuestión de supervivencia. La sagrada revolución no da para más y hay que comer, que aquello no es precisamente el paraíso. Una cosa es la necesidad alimenticia del pueblo cubano y otra, bien distinta, la voluntaria falta de salubridad que padece Alicante. Y no será este nieto de criolla quien se permita comparar ambas situaciones. Nuestra única conexión son los cerdos y, por supuesto, la habitual inclinación de los gobernantes a no asumir responsabilidades. En Cuba, la culpa siempre es del embargo económico gringo; en Alicante, de quien haya gestionado anteriormente. Balones fuera, que en eso sí nos parecemos.

Aunque la guarrada impere en ambos lados del charco, ni aquí es cuestión de supervivencia ni disponemos de un Raulito para echar la bronca. Nos conformamos con el mismo Echávarri al que los plenos infantiles se le empiezan a atragantar, a fuerza de escuchar verdades como puños en boca de los propios niños. Si en uno anterior le preguntaron por qué no dimitía, en el último tuvo que fajar con el acúmulo de la basura, asegurando que la limpieza mejorará a mitad del próximo año. Quien ostenta la vara de mando desde junio de 2015, intenta escaquearse y da a entender que nada tenía que ver con la suciedad que padece la ciudad. Habrá que ratificar que todo este tiempo no ha actuado como alcalde, sino como simple figura decorativa. Ahora, libre de las ataduras de quienes le concedieron la alcaldía, viene a recriminarles su nula eficacia como responsables inmediatos del negociado municipal de limpieza y guarradas varias. ¡Ay, ay, que desagradecido e incapaz!

Se hace difícil aceptar que, a estas alturas de la legislatura, unos y otros sigan pasándose la pelota. Primero fue Víctor Domínguez quien prometió una auditoría del sistema de limpieza que, según parece, nunca encargó. Al menos, eso le recrimina ahora Echávarri, tachándole de mentiroso. Como único argumento para justificar la suciedad, el concejal de Guanyar siguió echándole la culpa al pasado. El fracaso en su gestión fue tan sonoro que su jefe de filas, Miguel Ángel Pavón, tuvo que asumir las competencias en el pasado mes de septiembre. Cierto es que no hubo tiempo para ver cambios; tan cierto como que, al fin y al cabo, la limpieza ?o la falta de ella? seguía en manos del mismo grupo municipal. En otros términos, Guanyar evidenció que una cosa es hacer oposición y otra, bien distinta, gestionar. Y la basura, por supuesto, sigue ahí.

La historia se repite y nadie asume el marrón. Aunque el nuevo concejal del negociado sea Fernando Marcos, es Echávarri quien asume el protagonismo y, lejos de reconocerse como máximo responsable del caos, busca culpables entre Pavón y los suyos. Mal rollito entre ambas pandillas y, como de costumbre, la ciudadanía acaba pagando los platos rotos de tanto mal querer. Incluso algunos tienen la desvergüenza de retrotraerse a la campaña electoral, afirmando que ya entonces habían visto a los animales por donde hoy arrasan con la basura. Según parece, estaban de mitin y no dio tiempo para más. Luego, una vez alcanzado el gobierno municipal, supongo que se olvidarían con tanta faena por hacer. En fin, tranquilidad porque Marcos asegura que van a buscar una solución. Pues manos a la obra, que para eso les pagamos.

Como resultado de tanto desatino, una vez más se daña la imagen de Alicante, aunque ese meninfotismo al que me refería nos mantenga anestesiados ante la realidad. Y es que hay cosas que sí nos sitúan en el mapa, si bien no siempre sea de forma favorable. La suciedad, los tiernos chanchitos ?vietnamitas, o no? y las ratas XXL, dudo que sean buenos reclamos para esta ciudad maldita. Súmenle un nuevo alcalde investigado, la oposición subiéndose los sueldos y el desgobierno de la apabullante minoría. Eso nos describe y, con ese lastre, ya vamos bien servidos.

Pues lo dicho, dejen de joder y solucionen ya este «merder». Y los chanchitos, mejor en La Habana.