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El indignado burgués

¿Se puede caer más bajo que el PSOE en Alicante?

Escribir de política me aburre cada vez más y, como tengo la sensación de que no sirve para nada, habitualmente selecciono otros temas para ésta su columna y así no les hago perder el tiempo ni me lo hacen perder a mí. Lo que pasa es que a veces sufro la inmensa pena de mi extravío y la sensación de que un columnista que se precie, por muy humilde que sea, no puede alejarse tanto de la realidad que le rodea como para pasar por alto algunos desatinos. Además, que se lo debía, y los Lannister siempre pagamos nuestras deudas (me pido ser un híbrido del Matarreyes y el Enano, porque ninguno de los dos personajes acaba de encajar como un guante en mi cuerpo gentil; Cersei menos, claro).

Imagino que se esperan que hable del alcalde de Alicante y yo estaría deseoso de cumplir con sus expectativas, por una vez al menos, si no fuera porque he decidido bautizarlo como la novela de una amiga cubana: «La Nada Cotidiana» y dejarlo ahí, en su inmensa nadiedad, acompañado de nadie. Me mola más escribir del Partido Socialista que en esta capital y provincia fue santo y seña, devoción de algunos y timón de unos cambios muy profundos (y también, por qué no decirlo, objeto de una inmensa tristeza por los que se dejaron llevar al lado oscuro de la Fuerza, que también los hubo, no vaya usted a creer).

Pero claro, hablar del PSOE de Alicante en los últimos veinte años supone realizar un monográfico de Franco; no de Paco, de Ángel. Franco lleva camino de igualar al invicto caudillo en sus décadas de mando férreo del partido socialista en Alicante. Solo o en compañía de aliados circunstanciales no hay congreso ni reunión que haya escapado a su control, cumpliendo el axioma fundamental de ser capaces de ganar todas las asambleas y perder todas las elecciones. La debacle final: conseguir ser extraparlamentarios en la capital, está plenamente a su alcance, no hace falta más que dejar a Echávarri que gobierne (es un decir) un tiempito más.

A los socialistas de toda la vida se les revuelven las entrañas de ver cómo es posible haber llegado a menos con los mimbres que tenían enfrente. Es muy de estimar (el PP dixit) que el PSOE se haya tirado al tren y que esta legislatura ?lo que quede de ella si no es que se precipitan los acontecimientos? haya lavado tanta corrupción, de tal forma que salgan libres de polvo y paja sin habérselo ni planteado. Un dirigente socialista que fue todo en Alicante siempre me recordaba una regla de oro de la política entendida como lucha por alcanzar el trono: que el poder tiene la función primordial de generar más poder. Quizá los ciudadanos pensemos que los políticos quieren llegar a lo más alto para resolvernos los problemas; craso error, normalmente suele ser para resolver SUS problemas y si de paso cumplen algunos puntos ideológicos de sus programas, pues miel sobre hojuelas, pero eso es contingente, no necesario, como el alcalde de Amanece que no es poco.

Y no es que el gobierno tripartito en el ayuntamiento de la capital haya colapsado ahora por las circunstancias y los enredos judiciales, es que desde el principio estaba claro que un PSOE con los peores resultados de su historia, de lejos, no era rival para una izquierda radical crecida con un portavoz con el colmillo retorcido y muchísimas ganas de ajustar cuentas con los que le habían ninguneado, ridiculizado y victimizado cuando estaba en la oposición. El jueguecito de ahora estamos, ahora nos vamos, hoy te atizo y mañana también, resulta muy aleccionador para unos partidos que compartían gobierno, aunque realmente nunca han ejercido tal función, entre otras cosas porque nadie ha tenido un plan para la capital, ni unos objetivos más allá de cuatro tonterías y un odio africano ante las posibilidades de que la derecha vuelva a mandar. El no dimito para que el PP no gobierne Alicante, que recuerda a cada rato Echávarri para resaltar su enorme sacrificio, sin duda tendrá público, no lo dudo, pero es una astracanada como la copa de un pino. Por cierto, en el PP encantados por recoger la fruta cuando caiga madura, sin tener que mover siquiera el árbol.

Tengo la sensación de que los socialistas desencantados de Alicante, además de llorar por los rincones y cabrearse en charlas de café, han abandonado toda esperanza de reconducir la situación. Si les da por recordar los tiempos gloriosos en que gobernaban con mano firme todas las instituciones, les entra la risa floja, pero, claro, las comparaciones son odiosas con el presente y más con el incierto futuro. ¿Su esperanza?, pues, o no la tienen o confían en un golpe encima de la mesa del presidente de la Generalitat, pero ya bastante tienen en Valencia con lo que tienen para ponerse a arreglar la situación de las numantinas y amotinadas huestes de Franco. Y desde luego Puig no es que sea un barón socialista de los que caigan especialmente simpáticos en el entorno de los dirigentes madrileños y ni siquiera entre sus bases. Ya jugó ?y perdió? como para seguir con esa vaina.

A este ritmo, si en las próximas municipales consiguen un concejal será por la inercia de votar socialista, no por convicción. Me parece a mí, pero no me hagan mucho caso: en realidad hago como Franco (Francisco) procuro meterme en política lo menos posible.

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