Algunos de mis amigos y/o conocidos me preguntan a veces si tengo algo contra Ortiz. La frase con la que terminaba mis escritos en el blog y mis artículos, tanto en lo referente al Hércules como a sus incursiones en la vida social y política de la ciudad, puede llevarles a esa errónea conclusión. Nada en lo personal, es más ni lo conozco, no he cruzado palabra alguna con él. Dejando de lado su trayectoria profesional y socio-política, y centrándonos en su gobernanza en el Hércules, a la vista está. De fracaso en fracaso hasta la derrota final. Si a Florentino hay quien le pone como chupa de domine, habiendo ganado siete títulos en los últimos tres años, razones habrá para criticar duramente al máximo accionista herculano. Apartado de la primera línea, por decisión propia y puede que de sus abogados, ha dejado la gestión diaria del club en manos de Ramírez, su socio, y Portillo, su yerno, en los que en un principio afición y medios depositaron confianza a raudales, seguramente porque no había más remedio, y que con sus actos han terminado por perderla. El nuevo presidente ha metido más ruido que nueces recolectadas. Su carácter impulsivo le ha llevado a enfrentamientos con las administraciones que en nada benefician a la entidad, dejando al Hércules en ocasiones a los pies de los caballos. De otro lado sus incursiones en el área meramente deportiva, imponiendo fichajes, incluido el del último entrenador, no han dado el resultado que previamente se vendió. Su pareja en esta danza de despropósitos, con escasa experiencia en la materia y mediatizado por el dueño y el presidente, y con sus pésimos y recientes antecedentes en el terreno de juego vistiendo la elástica blanquiazul, ni puede estar a la altura de las circunstancias, ni parece preparado para dar la talla.

Con estos argumentos y el equipo navegando en la desesperación de falta de juego y resultados, con una plantilla que por muchas declaraciones que haga diciendo lo contrario, no parece creer en sus posibilidades, fuera de promoción desde el inicio de la temporada, y con un entrenador pidiendo refuerzos en el mercado de invierno,

se le presenta, aun así, una nueva oportunidad, y van ni se sabe cuantas, de redimirse ante la afición y armarse de moral para poder seguir luchando por ocupar una de las plazas de privilegio. El derbi ante los ilicitanos se antoja decisivo para el devenir del Hércules. No ganar supondría, además de una decepción más, alejarse peligrosamente del objetivo de luchar por el ascenso, dando entrada en la pelea por las cuatro primeras posiciones, además de los que ya las poseen, a equipos como los dos últimos visitantes del Rico Pérez, que pondrían muy cara la batalla por tres plazas, entregado el liderato al intratable Mallorca que ya le saca 11 puntos al segundo. Al Hércules, tanto en lo institucional como en lo deportivo habría que darle una vuelta de calcetín, oxigenarlo, limpiarlo y dejarlo como una patena. No se avista en el horizonte, por mucho que se entornen los ojos, la necesaria tranquilidad y buena gobernanza con los actuales actores para poder revertir al situación. Se acaban los puntos de inflexión y las oportunidades, ojalá la suerte no esté echada y favorezca los intereses herculanos, por encima de los particulares de sus actuales gestores.