El pasado martes recibí, por correo electrónico, un escrito en el que se reconoce el trabajo de todos los que hemos estado, de una u otra forma, implicados en el Programa Municipal para la Prevención y Control del Absentismo Escolar, del Ayuntamiento de Elche, con motivo del galardón de buenas prácticas que a ese programa le ha otorgado la Federación Española de Municipios y Provincias y el Ministerio de Educación y Cultura. La misiva me produjo una oleada de sentimientos, que podría definir como una extraña y fragante mezcla de orgullo, gratitud y añoranza.

Orgullo por mi ciudad, por saber que gobiernos municipales de diferentes signos han sabido mantener este programa, que se pone como ejemplo en toda España, para luchar contra el absentismo escolar; gratitud porque se hayan acordado de mí, cuando mi participación fue tan modesta como dejar trabajar con toda la comodidad que fui capaz a las que realmente saben del tema; añoranza por los cuatro años en que tuve el honor de colaborar con Itziar Ruete y Manoli Gutiérrez. No cabe duda de que el éxito del programa de prevención del absentismo en Elche es fruto de la colaboración de muchísimas personas (profesores, equipos directivos de los centros, inspección, policía local, SPEs, servicios sociales?). Pero hay algo de lo que estoy absolutamente convencido: sin la coordinación de Itziar y Manoli sería un buen programa de absentismo, pero sólo uno más.

Es justo reconocer también, lo cortés no quita lo valiente, que la actual concejal de Educación, Patricia Macià, ha seguido en la línea de mantener y apoyar el programa de absentismo y su fruto, aparte del merecido galardón, es que las cifras de absentismo entre el alumnado ilicitano se siguen manteniendo en unos guarismos que son la envidia de otras ciudades. Como sé que la señora Macià es ferviente seguidora de esta modesta columna, le doy la enhorabuena y la animo a seguir en esa línea, aunque sé que sus múltiples obligaciones al frente de la portavocía municipal, el área de Cultura y su profusa presencia en las redes sociales, no le dejan mucho tiempo para ocuparse de los asuntos educativos.

Resulta evidente que en Elche, cuando se afrontan los problemas de forma colectiva, el resultado suele ser excelente. En el ámbito de la educación, aparte del Programa Municipal para la Prevención y Control del Absentismo Escolar, tenemos otro gran ejemplo: Convielx. Convielx es un grupo de trabajo, en el que están integrados todos los institutos públicos de la ciudad, que desarrolla investigaciones y acciones encaminadas a la mejora de la convivencia en el ámbito escolar. Además, Convielx organiza diferentes foros, como el Congreso de Educación Emocional Ciudad de Elche, dirigidos a la comunidad educativa en su conjunto. Como reconocimiento a su labor, Convielx recibió, en 2011, el Premio Extraordinario de Convivencia de la Conselleria de Educación. Hay tantas personas involucradas en Convielx que no podría nombrarlas a todas, pero no puedo dejar de reconocer expresamente la dedicación de una profesora cuya capacidad de trabajo está fuera de los límites humanamente predecibles: Julia Miquel, del IES La Asunción.

Abundando en el tema de los reconocimientos, y dado que semana tras semana intento, con mayor o menor éxito, engarzar esta colaboración con un texto literario, me gustaría presentarles a un hombre y una obra suya, que me han venido al recuerdo al hablar de temas relacionados con la educación: se trata de Mario Sànchez i Candela y su novela La pulsera de lapislázuli.

Mario es director del IES Macià Abela, de Crevillent y lo conocí por motivos laborales. Nunca mezclo la política con el trabajo, ni con la amistad. Lo primero me parece poco profesional y lo segundo absurdo. Por eso, aunque es probable que la ideología política de Mario esté en las antípodas de la mía, aplicando los preceptos mencionados sobre trabajo y amistad, siempre hemos tenido una relación muy cordial.

El ejemplar de La pulsera de lapislázuli que hojeo mientras escribo estas líneas es un regalo que me hizo el mismo Mario, antes de emprender su primera batalla contra un maldito cáncer. La pulsera de lapislázuli es una novela corta que, en palabras del propio autor, narra «dos historias diferentes, dos personajes con sus circunstancias personales similares pero con una diferencia de 2.500 años de por medio. Viajes, peligros, amor, odio, magia, mundo antiguo y mundo moderno, atrocidad antigua y atrocidad moderna. En realidad, nada ha cambiado tanto en lo esencial: el ser humano, pese a la lección que intenta darnos la diosa Clío, vemos cómo se repite una y otra vez, incapaces de remediarla, y lo que es peor, después de haberla aprendido».

¡Qué gran verdad Mario, cuán poco ha cambiado la humanidad en veinticinco siglos! Los mismos vicios, las mismas virtudes. Por eso cuando hay personas como Manoli, como Itziar, como Julia que llevan su trabajo y su compromiso mucho más allá de lo que se les puede exigir, hay que reconocérselo con premios, pero también con nuestro reconocimiento diario. En cuanto a ti, Mario, que me han contado que de nuevo estás luchando contra la enfermedad, recibe también mi reconocimiento. Força i salut!