Álex de la Iglesia es un director de cine español, nacido en Bilbao, y que debuta con la película Acción mutante, a la que siguió El día de la bestia, que obtuvo un gran éxito de público y de crítica, significando este último filme la confirmación del cineasta, que fue galardonado con el Goya de esta categoría entre los seis que mereció la cinta.

Y voy al cine a ver su reciente estreno Perfectos desconocidos, que es un remake del filme italiano de Paolo Genovese, y que narra la historia de una cena entre cuatro parejas de amigos de entre cuarenta y cincuenta años, que proponen en la reunión un juego que permitirá leer en voz alta los mensajes y las llamadas de sus móviles, con sus fotografías, correos electrónicos, WhatsApp y demás mensajes de redes sociales que fueran llegando.

Teléfonos móviles que parecen marcar de un modo cada vez más adictivo e imprescindible la existencia de la gente, que mayoritariamente suele coincidir en poner su atención en el dispositivo que lleva en la mano, generalizándose una obsesión que lleva a «estar conectado» todo el tiempo para mantenerse informado de lo que ocurre en el mundo virtual, y así vagabundear por la red en una especie de caminar itinerante que ayuda a pasar el tiempo pero también a abstraerse del mundo real circundante.

Y me dicen sus defensores que con el móvil bien cargado ya nadie está solo, a lo que objeto que paradójicamente su utilización puede llevar a un mayor aislamiento, y también a vivir una existencia paralela o virtual que puede llegar a ser simulada para los demás.

Como ocurre en la película Perfectos desconocidos, que plantea la existencia de secretos en todas las personas, aunque también me gustaría añadir que existen confidencias que elegimos no compartir con nadie, pues representan recuerdos y características que configuran un tejido emocional propio que nos define en nuestra más profunda identidad, y que pertenecen a nuestra más estricta intimidad.

Aunque dejando al lado profundidades y volviendo a Perfectos desconocidos, reconozco quedar atrapado por el excelente trabajo de los actores, de los que para mí destacan Ernesto Alterio, Belén Rueda y Eduard Fernández, y también por el personal sentido visual y narrativo del director Álex de la Iglesia, así como por la divertida y surrealista trama y las muchas situaciones cómicas, por algunas miradas y ciertos silencios de los personajes, hasta que termina el filme y vamos a cenar tres parejas y, claro, alguien plantea, ¿qué os parece si jugamos a lo mismo que en la película?

Los móviles sobre la mesa, se leerán en voz alta los mensajes y se responderán públicamente las llamadas... Y todos nos miramos y, claro, ¿quién se atreve a decir que no? Nadie tiene ningún problema y entonces dejamos los móviles sobre la mesa, empieza la cena, la película y suenan los móviles y aparecen las sorpresas.