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Juan R. Gil

Análisis

Juan R. Gil

Esto no es un problema local

La continuidad de Echávarri en la Alcaldía de Alicante pone en cuestión la autoridad en el PSPV de Ximo Puig

Si Gabriel Echávarri quería pasar a la historia de Alicante ya lo ha conseguido. Es el primer alcalde reprobado, no una, sino dos veces por el pleno del Ayuntamiento, la segunda de ellas, el pasado jueves, por más de dos tercios de los concejales, en otra jornada grotesca y aciaga en la que el salón noble de las Casas Consistoriales se convirtió de nuevo en un circo.

Pero si el circo continúa, para escarnio de toda la ciudad, es porque alguien lo mantiene. Echávarri es dueño de su acta de concejal, pero no de la Alcaldía. Doblemente imputado, y en uno de los casos por los que la Justicia le investiga ya incluso procesado, su permanencia al frente del Ayuntamiento es sólo responsabilidad del PSOE. Y en este caso la culpa recae directamente sobre dos personas: Ángel Franco y Ximo Puig. Da igual que sea por acción en lo que respecta al primero, como por omisión, en lo tocante al segundo. El débito de lo que está pasando les corresponde, por encima de todo, a ellos.

Franco lleva décadas siendo una rémora para los socialistas alicantinos, que no han levantado cabeza desde que se enseñoreó de la agrupación local. Él fue el que se inventó como candidato a Echávarri y el que ahora lo sostiene. Las consecuencias de su imperio sobre el PSPV se han visto elección tras elección. En las últimas, los alicantinos hicieron pagar muy claramente al PP los escándalos que marcaron sus últimos años de gestión, restándoles 10 de sus 18 concejales. Pero eso no empece para que los electores también infligieran un serio correctivo al PSOE, que pasó de 8 a 6, el peor resultado de su larga vida en el peor momento de su principal rival. Que las carambolas políticas -y la ceguera de sus compañeros de viaje, Guanyar y Compromís, esos que ahora reniegan de él- le dieran a Echávarri la Alcaldía no puede ocultar la realidad de su exíguo resultado.

Franco ha transformado la que era la principal organización de los socialistas en esta provincia en un cortijo clientelar al margen de cualquier movimiento regenerador y así le va al PSOE aquí. Está fuera de tiempo y de lugar y se ha convertido, como partido, en algo peor que irrelevante: es un sitio del que se huye, de ahí los problemas en la capital para encontrar gente idónea que se evidencian cada vez que hay que hacer una lista a las Corts o al Congreso. Franco ha llegado ya al punto de que ni siquiera puede destruir al PSOE, porque hace tiempo que acabó con él como instrumento de la izquierda en la sociedad. Ya no es sólo que el alcalde esté imputado y no tenga ni un solo aliado para mantener el gobierno de la ciudad. Es que también lo está el concejal que Franco guarda en la récamara para sustituirle y el portavoz del partido en Alicante. ¿Qué más necesita el PSOE, en València o Madrid, para actuar?

Hay que reconocer, pese a todo, lo impresionante que sigue siendo el poder de Franco. No hace mucho supimos que el PSOE había defraudado a todos los ciudadanos cuando proclamó públicamente que había pedido la baja voluntaria en el partido como consecuencia de verse salpicado por el llamado caso Brugal. No era verdad. Franco jamás dejó la afiliación. Y el partido no tuvo empacho en mofarse de sus electores, simpatizantes y afiliados para protegerlo. Para conseguir eso hay que tener mucho mando en plaza. Lo que nunca ha explicado el PSOE es la razón por la que le teme tanto.

En todo caso, la tropelía, de la que demasiado poco se ha hablado, se cometió siendo ya Ximo Puig secretario general del PSPV-PSOE, un cargo que hace unos meses revalidó con el apoyo, entre otros, de Franco. Porque eso es lo dramático de la situación en que se encuentra el socialismo alicantino: que con Puig, habrá que admitirlo, a Franco no le ha ido mal. Si alguna vez su dominio estuvo en entredicho, ha ido recuperándolo en estos años sin que el jefe del Consell haya hecho nada por evitarlo. Franco no sólo extiende su tela de araña hoy por la agrupación socialista de la capital: las noticias de sus reuniones en Elche, Alcoy o Elda -cuyo alcalde, Rubén Alfaro, presidente de la Federación Valenciana de Municipios y Provincias, lo recibe con frecuencia en su despacho- son permanentes.

Que Puig necesitaba a Franco en el último congreso para repetir como secretario general es algo que ya se contó. Pero que esté dispuesto a sacrificar de este modo a su partido para mantener su apoyo en el futuro resulta una enorme muestra de debilidad. O de indiferencia por Alicante, donde parece que todo vale. El president ganó el congreso. Y no tengo ninguna duda de que igualmente se impondría en unas primarias si es que llegaran a celebrarse porque se presentara un candidato alternativo, cosa hoy por hoy improbable. Pero ganar procesos internos no es ganar elecciones. Al contrario, la especialidad de Franco es precisamente la de imponerse en la agrupación y perder en la calle. Y en eso Puig está jugando con fuego. Porque si es él el que ocupa el Palau, y no Mónica Oltra, es precisamente por la distancia que en esta provincia el PSOE le sacó a Compromís en los últimos comicios, distancia que le permitió ser el partido más votado de la izquierda y reclamar la presidencia del Consell en el pacto del Botánico.

Siga Puig así. Deje que Franco continúe campando a sus anchas, no sólo en Alicante sino en toda la provincia. Permita que desde el Ayuntamiento de la segunda ciudad de esta autonomía se siga dando a diario un espectáculo como el que lamentablemente se da y veremos qué recuento deparan esta vez las urnas. Porque quienes más amenazan la posición de Puig en estos momentos, su continuidad al frente del gobierno autonómico después de 2019, no son ni Oltra ni Bonig. Es Franco y su apadrinado Echávarri y la imagen que del socialismo trasladan a toda la Comunidad. Así que, o los fuerza a apartarse, que poder puede, o estará dejando una parte importante de su crédito y del futuro del PSPV en las manos de esa extraña pareja. Él puede que crea que no es para tanto. Pero me temo que sí lo es. Y si no, al tiempo.

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