Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Javier Mondéjar.

El indignado burgués

Javier Mondéjar

Nueva economía: ¿Nos jubilamos o cabalgamos la ola?

Lo creía porque fui de los primeros en usar de forma habitual teléfonos móviles y ordenadores portátiles y agendas electrónicas y relojes para correr

Reconozco que estoy acongojado por el futuro y, me temo, ese es el primer paso para reconocer que tu mundo no es de este mundo. Yo me creía un tipo guay a la vanguardia de los cambios tecnológicos, que no es que me adaptara a ellos ?que eso es ir por detrás- sino que en un montón de asuntos iba en cabeza. Lo creía porque fui de los primeros en usar de forma habitual teléfonos móviles y ordenadores portátiles y agendas electrónicas y relojes para correr. O internet, que antes de que fuera internet -en los 70- yo había jugueteado con Arpanet y RedIRIS en un instituto tecnológico madrileño que se llamaba Fundesco.

Da igual de dónde vengas y lo que hayas aprendido, he ahí que un día la tecnología te pasa por encima y primero no quieres jugar con twitter ni con instagram, aunque los entiendes, y otro en los que el bitcoin y las blockchains te pasan por encima y ya aunque lo intente me patinan las neuronas con las explicaciones. Por último le daré una patada a todo y me iré a mi biblioteca de papel a releer a Galdós, a Eça de Queiroz y a Dickens, y al resto que le den. Estaré muerto tecnológicamente, pero seré polvo enamorado de papel imprenta comido por las polillas, que no logro vislumbrar mejor destino para mi carcasa cuaternaria.

Pero de momento y hasta mi retiro, como soy un inconsciente, en vez de dejarme arrastrar plácidamente hacia las tranquilas aguas de la obsolescencia, intento rebelarme contra un destino escrito en las estrellas y trato ?ingenuo de mí- de entender de qué va la nueva economía y si es posible, que ya sé que no, refundarme y ayudar a reconvertirse a la institución que paga mi sueldo mensual. Vano intento, pero menos da una piedra.

Las instituciones, todas, nos hemos convertido en unos bichos destinados a la extinción, en unos dinosaurios tecnológicos que entendemos perfectamente la economía tradicional, pero nos perdemos absolutamente en la que está surgiendo, tan deprisa que hay productos que han nacido y muerto sin que nos enteráramos. En realidad estamos mucho más cerca de la economía y de las empresas del XIX que del XXI y el problema es cómo las implicamos en nuestros proyectos porque lo que ofrecemos no lo necesitan y lo que necesitan no tenemos ni idea de lo que es. Es duro reconocer que no les aportamos valor y que sus exigencias no son adecuadamente resueltas, mientras que la vía tradicional de integrar a un empresario en una organización ?que al fin y al cabo necesita notoriedad para su empresa- incluyéndolo en un Pleno o en un Comité, no es que no les interese, es que directamente les da risa a unos chavales que además de pasar de la corbata visten habitualmente de vaqueros ?carísimos- y zapatillas Converse o New Balance.

Vistas así las cosas o cambiamos mucho o podemos jubilarnos anticipadamente, la ventaja es que algunos sabemos en líneas generales por dónde van los tiros de la nueva economía. Por ejemplo por la acumulación y el análisis de datos y de información que en esta sociedad nueva son más valiosos que el uranio enriquecido. Cada vez nos ofrecen más productos que siempre llevamos con nosotros y que son una fuente de conocimiento para terceros: dónde estamos, cuánto nos movemos, cómo los utilizamos, qué recorridos hacemos, qué compramos, qué preguntamos, qué nos interesa, y así mil y una preguntas contestadas que dan como resultado el «Big Data». Somos nosotros mismos quienes inconscientemente, desde nuestros «wearables» pasamos todo ese caudal de información a los que negocian con los datos y se los venden a quienes los analizan y posteriormente a las empresas que los utilizan.

¿No se han preguntado por qué la tecnología es cada vez más barata, por qué hay montones de aplicaciones gratis en internet?, pues es muy sencillo y no tienen más que plantearse un interrogante: «Si te ofrecen algo gratis es que tú eres el producto». Genial. Pero esa teoría que parece tan sencilla es la que mueve a las grandes y pequeñas empresas de la nueva economía, que ya se adelantan a los gustos y necesidades de sus usuarios sin fallar ni en una coma.

¿Tenemos un papel a jugar desde Europa en esa economía global y avanzada? No estoy seguro, pero los analistas dicen que los chinos se nos han adelantado en décadas y que nosotros ni salimos en la gráfica. Es posible entonces que no seamos protagonistas de la tecnología, pero en España nunca lo hemos sido y así y todo, en la provincia de Alicante muchas pequeñas empresas han salido del armario utilizando herramientas tecnológicas. Hay experiencias muy avanzadas de investigación en Inteligencia Artificial. Existen empresas muy fuertes como Hawkers que tienen menos de un lustro y son una potencia que constantemente se reinventa. Iniciativas importantes y pioneras se mueven alrededor de la figura de mi admirado Andrés Pedreño.

No sé si esta revolución me pillará en el sillón orejero de mi despacho leyendo un libraco polvoriento o tendré el valor ?tendremos- de plantarle cara y ver qué posibilidades hay de subirnos y cabalgar la ola. De cualquier forma si me preocupan las instituciones, aún más las empresas que no son conscientes de que fabricar cacharritos y que se los venda un distribuidor estaba muy bien hace unos años, pero ya es más viejo que cazar mamuts.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats