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Martín Caicoya

El futuro que nos aguarda

Los riesgos de la aplicación del "corta y pega" genético y de que este nuevo tipo de eugenesia acabe en manos de los más adinerados

La eugenesia nace con Francis Galton, primo de Charles Darwin. Era la segunda mitad del XIX cuando se había generado un gran interés por la estadística. Galton introdujo varias fórmulas que aún hoy se usan, como la correlación y la regresión a la media. Esta segunda es muy interesante y se cumple cuando se realiza un experimento repetidas veces. Supongamos que el experimento sea llegar al hoyo golpeando la bola. Cada intento dará un resultado: 3, 4, 5, 10 golpes. Si sumamos los golpes dados en un número suficiente de intentos y lo dividimos por ese número, obtenemos la media. Por ejemplo 6. Ahora imaginemos que sale a jugar y lo hace en 3 golpes. Pues ocurrirá que muy pronto lo compensará añadiendo golpes a los siguientes, de manera que regresa a la media. Galton había pensado que dado que en su familia había tantos genios, quizá se heredara esta característica lo mismo que la altura. Porque sus hallazgos de correlación y regresión a la media los había descubierto comparando el tamaño de los guisantes padres e hijos. Concluyó que los primeros influían. En guisantes, en animales y seres humanos. La eugenesia, que para Galton era una elección, se llevó a extremos en la década de 1930 y fue una de las causas de la II Guerra Mundial.

Ahora nos enfrentamos con una de las decisiones más interesantes y complejas que tiene que afrontar la sociedad: es lícito modificar genéticamente un huevo al fecundarlo. La pregunta viene a cuento de los experimentos realizados recientemente gracias las denominadas tijeras genéticas diseñadas por Jenifer Doudna, técnicamente el CRISPR. Con esta tecnología es relativamente fácil sustituir un gen por otro. El grupo que ahora publica los resultados había intentado crear embriones sanos hijos de un paciente portador de la cardiomiopatía hipertrófica. Para ello habían cortado con las tijeras ese gen y seguidamente habían inyectado los espermatozoides modificados en un óvulo a la vez que introducían el gen sano. Esperaban que el espermatozoide lo adquiriera y colocara en el lugar adecuado de su cromosoma. Pero no lo hizo. Prefirió repararse con una copia sana del ADN del óvulo. Como cabe esperar, las células germinales tienen una enorme capacidad de reparación, no en vano transportan a lo largo de generaciones el material genético. A pesar de que el espermatozoide adquirió el gen sano, ocurrió que las células germinadas al dividirse no siempre lo conservaron, de manera que se produjo lo que se denomina mosaicismo genético. En un segundo estudio hicieron algo muy atrevido: inyectaron los espermatozoides con la mutación y los genes sanos a la vez. Ocurrió que algunos de los cromosomas de algunos espermatozoides sustituyeron ese gen que produce la cardiomiopatía por el gen sano inyectado. Un fenómeno que me recuerda a cómo las bacterias adquieren genes que las hacen resistentes: hay unas partículas genéticas que se denominan plásmidos que se incrustan en las bacterias transfiriendo sus genes, si acierta, puede hacerlas resistentes a los antibióticos.

Se abre así la posibilidad, teórica, de diseñar personas a la carta: la eugenesia en su esplendor. Sabemos que hay algunas características que dependen de un solo gen, ésas son las potencialmente modificables y esperamos que pronto se logre para todas esas enfermedades. Pero la mayoría de nuestros rasgos o tendencias son poligénicas. Por ejemplo, la altura quizá dependa de 93.000 genes.

Como me dice el experto genetista Carlos Fanjul, al modificar un gen podemos ejercer efectos de carácter desconocido sobre otros. Y en el caso de rasgos poligénicos, no sólo las dificultades predictivas son, hoy por hoy, insalvables, sino que, al aumentar el número de loci implicados, la modificación indeseada de otros rasgos puede ser crucial.

Ahora, supongamos que en el futuro se salvan todos los obstáculos y que llegamos a conocer qué genes están en la base de que una persona tenga más talento para esto a aquello. ¿Sería justo hacerlo si fuera posible?

La realidad es que los pudientes siempre han tenido más posibilidades de que las potencialidades que hay en su naturaleza se realicen, que se extraiga lo mejor de ellos para la sociedad donde van a vivir. Es uno de los frenos del ascensor social porque las personas que nacen en un medio desfavorable están condenados a una vida miserable.

El riesgo moral de esa ciencia ficción en la que se realizaría eugenesia de diseño y sólo tuvieran acceso los ricos es que, si realmente se potencian sus habilidades para aprovechar el medio a su favor, ellos acumularían aún más riqueza y poder en detrimento del resto: se incrementarían peligrosamente las desigualdades. Y en el supuesto de un acceso universal, que los padres diseñen a sus hijos de acuerdo a un capricho, Ronaldos y Messis, por ejemplo, me parece un disparate, además de una pérdida de variación que lo encuentro una fortaleza del ser humano.

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