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La andanada

Construir y destruir

La cultura se ha mantenido históricamente gracias a la aportación altruista y constructiva de cuantos disfrutan de ella, mucho mayor que la de quienes la protagonizan

La semana ha venido plagada de temas taurinos, no todos con el mismo acento ni la misma importancia. Con la resaca todavía de la Gala Taurina organizada el pasado sábado por los Amigos de Nimes, muchos deberían de darse cuenta de la importancia que las asociaciones y peñas taurinas tienen en la dinamización taurina y, más genéricamente, cultural de la ciudad. Siempre fue así, y no debe dejar de serlo. La cultura se ha mantenido históricamente gracias a la aportación altruista y constructiva de cuantos disfrutan de ella, mucho mayor que la de quienes la protagonizan. Y en la tauromaquia no podía ser de otra manera. Además de la tertulia ya mencionada, el Club Taurino, la Peña «Pacorro», la asociación Puerta Grande, Tauro Joven o mecenas como el propio Vicente Castelló con su entrega de premios anual, constituyen un baluarte de espléndido constructivismo cívico para engrandecer nuestra afición, nuestra cultura y, por tanto, nuestra ciudad.

Igualmente causa verdadero solaz la vuelta a los ruedos de José Mari Manzanares. Aunque sea al otro lado del charco y con tantos kilómetros de por medio. Después de su delicada operación de espalda, el torero alicantino vuelve a vestir de luces hoy mismo en la bicentenaria plaza de toros de Acho, en Lima. Lo hará junto al héroe local, el peruano Andrés Roca Rey, y el sevillano Rafael Serna, lidiando toros españoles de sus apoderados, los hermanos García Jiménez. El siguiente compromiso tendrá lugar el día 12, en el macro-cartel del que ya hablamos semanas atrás, con el objetivo de ayudar a las víctimas de los seísmos ocurridos en México. Será en el coso mexicano de Insurgentes. Y antes de acabar el año, el 28, trenzará Manzanares el paseíllo de nuevo en Cali para dar la alternativa a Guillermo Valencia en presencia de Cayetano, con toros de César Rincón.

También nos ha dejado la semana otro capítulo más de nuestra querida tauromaquia utilizada como arma arrojadiza en el pleno municipal. Nuestra ciudad se está viendo inmersa en las últimas fechas en una situación nada agradable para los vecinos y poco edificante para la imagen pública de todos cuantos han sido elegidos por ellos para llegar a acuerdos y gobernar desde el consistorio, con un gobierno de seis concejales frente a más de veinte en contra. La última muestra tuvo lugar el pasado jueves durante el pleno municipal de noviembre. El grupo Guanyar Alacant presentó una propuesta de declaración institucional para proclamar Alicante «Municipio Libre de Maltrato Animal» y (sí, otra vez) «Municipio antitaurino». Si no se mezclaran las cosas, no sería mal asunto aprobar lo primero. Porque la lidia no tiene nada que ver con el maltrato animal, a ver si queda claro de una vez. Aunque de nuevo los aficionados y profesionales taurinos hayamos tenido que soportar las palabras «asesinato» y «tortura» de boca de una representante de los colectivos animalistas sin que nadie nos defienda de tan grave agravio. Otra vez la tauromaquia puesta en entredicho en sede municipal, como si un asunto que atañe a la cultura de todo un pueblo, más que de un país, más que de un continente, se pudiera dilucidar a nivel local. Otra vez, insisto, queriendo polarizar posturas desde esa izquierda radical animalista que representa a muy pocos ya. La concejal Marisol Moreno (ya sin atribuciones) continúa pensando más en los animales que en las personas, tratando incluso de igualar a unos y a otros, en un delirio utópico que ha hecho mucho daño a la imagen de la izquierda en esta ciudad. A pesar de que el PSOE haya querido devolver las aguas a su cauce, la situación resulta tan inestable como poco alentadora para el futuro a medio plazo. Moreno no acepta la mayoría plenaria de 20 votos frente a nueve que salió en septiembre para apoyar la prórroga del contrato de arrendamiento del coso taurino aprobada por los de Echávarri, y que volvió a salir para tumbar las propuestas del jueves. «Es que no puedo», espetó repetidas veces La Roja ante quienes replicaban y no asumían sus ideales animalistas. Con una agresividad formal y verbal más agudizada, seguramente por verse en la oposición, volvió a mostrar su interés por prohibir derechos y adoctrinar en el animalismo.

No nos van a permitir salir de este bucle estéril y cansino. Seguirán destruyendo, tratarán de hundir la tauromaquia por tierra, mar y aire, vencerán por insistencia pero nunca convencerán, porque carecen de otros objetivos concretos, racionales, que no apelen, como quería la señora Moreno, «al animal que llevamos dentro». A ver para cuándo, desde sus honorables sillones, empiezan a pensar también y sobre todo en las personas que están fuera.

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