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Luis M. Alonso

Acatarramiento

Leo a Fernando Savater, un sabio. Él por humildad lo niega, cuando tiene oportunidad de hacerlo viene a decir que es un tipo que simplemente está ahí de guardia. Pero Savater es un espíritu hermoso de ética y sabiduría en las actuales circunstancias. Lo ha sido y sigue. Cita a Chesterton que escribió que la vida es una lucha, y no una conversación. No hay languidez en ella. Estoy de acuerdo, por más que me gustaría pensar lo contrario.

En la ética del país de los elfos, que desayunamos gracias a la selección de sus ensayos por Auden, Chesterton sostiene que en el primer principio de la democracia lo esencial de los hombres es lo que tienen en común y no lo que los separa. El segundo principio consiste en que una de las cosas que tienen en común es precisamente el instinto y el deseo político, y que la tesis de la democracia es que administrar a la tribu es como enamorarse y no como escribir versos. No tiene nada que ver, añade, con tocar el órgano en la iglesia, descubrir el Polo Norte o rizar el rizo. Se parece más, agrega Chesterton, a sonarse la nariz.

La labor de un gobierno debe ser, entre otras cuestiones, dejar claro que las cosas importantes, las que nos afectan a todos, están en manos de seres normales, personas que saben cómo sonarse la nariz sin llamar demasiado la atención. Como es lógico lo que menos le conviene a la política, bien desde el gobierno o la oposición, es padecer un constipado permanente, estruendoso, que congestione la vida pública hasta el punto que cualquiera pueda preguntarse en cualquier momento qué está pasando.

Rajoy ha dicho que el procés se ha acabado y que el cuento del independentismo no da más de sí. El problema es que el acatarramiento es general, por eso las palabras del presidente del Gobierno son más poéticas que prosaicas. La lucha continúa.

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