Hemos sufrido un año anómalo. Y no me refiero solamente al caso Cataluña, que también, sino al desvarío de clima que hemos estado padeciendo. Primavera que no es tal, verano y calor que no se van hasta que no se oyen los villancicos, incendios espantosos, lluvias con tormentas que descargan agua hasta llevarse cosechas, pero que al final se va al mar y nos deja con una sequía que nos amenaza con socarrar el poco verde que queda; y como escasea esa agua tan necesaria, las compañías que la gestionan amenazan con subir el recibo... Apocalíptico. Y mientras tanto, los políticos de todos los países, sentados en sus poltronas de esas cumbres de la tierra que de vez en cuando celebran por ver si dejan de destruir este planeta en el que vivimos, vuelven sin haber resuelto nada. Si eso lo hiciéramos los funcionarios o los trabajadores en general, nos mandarían a hacer puñetas o nos bajarían el sueldo por vagos. Sé que es un comentario ya obvio, pero lo que me pesa es que, en el fondo, rezume verdad.

Hace unos días, ordenando mis libretas en donde suelo anotar aquello que me serviría si no lo olvidara, dí con un comentario que allí anoté, y me llamó la atención porque trataba sobre los orígenes del hombre, tema que siempre encuentro apasionante. A cada uno le da por un qué-sé-yo-qué. Y los datos aquellos empezaban recordándonos cómo vivían los homínidos en un periodo que va desde hace unos 7 millones de años a 340.000.

Los científicos del ramo nos dicen que al principio, todo lo visible eran bosques, animales enormes en plena evolución y entre ellos aquella especie de chimpancés que un buen día se bajaron de los árboles y descubrieron el horizonte además de la utilidad de sus propias manos. En cuatro líneas me he ventilado millones de años, pero donde enfoco mi intención es en el paisaje, exuberante en verdad. Mas entre los grandes animales y la caza masiva de los homínidos, además del rayo y las catástrofes naturales, el planeta sufrió un importante desgaste. Imaginemos en nuestro pueblo toda la zona de Carrús, El Pla, Altabix... llenas de bosques, nuestro río bajando de las montañas caudaloso y torrencial, animales salvajes habitando la zona..., y cuando ya el hombre apareció en este escenario, toda esa riqueza medioambiental, la fauna y flora local comenzó a extinguirse. Nuestro entorno y el planeta fueron perdiendo su feraz perfil. Multitud de mamíferos grandes desaparecen, entre otras causas por la acción depredadora del hombre.

Hace unos 10.000 años finalizó la última glaciación del Cuaternario coincidiendo con el Pleistoceno y en la Tierra aparecen como protagonistas el hombre de Neandertal y luego el de Cromañón. La temperatura del planeta subió unos 5 grados. en unos 6000 años y el deshielo elevó el nivel del agua de los mares alrededor de unos 200 metros. Y el autor del comentario se pregunta que si esta tremenda transformación con tan solo 5º en 6000 años, qué se puede desencadenar hoy por la contaminación humana. Con frecuencia, y a pequeñísima escala, me pregunto yo lo mismo cuando voy al mercado por las mañanas y me toca esperar que el semáforo se pase al verde.

Mientras eso sucede, los coches nos inundan de ese humo que nos seca la garganta y nos deja los ojos pitañosos. No se puede respirar. Pues esa escena se repite en todos los millones y millones de carreteras de los pueblos del planeta.

Se comenta cada poco tiempo en esas cumbres que mencioné, que hay que tomar medidas drásticas, pero no se oye más que un silencio sepulcral hasta que, años después, toca cumbre. Mientras tanto los científicos de la medicina (esos que siempre se quedan sin presupuesto) nos amenazan con el aumento del cáncer y de otras enfermedades a las que afecta esto del respirar. Pero como grita también el hambre en muchas poblaciones del mundo, así como guerras, amenazas de los terroristas carcomidos por fanatismos de todas clases, la salud del planeta queda como «tema de segunda que se volverá a debatir dentro de otros cuantos años en alguna ciudad de moda». Y mientras tanto, como el común de los mortales no tenemos otras calles u otro mundo donde respirar, seguimos viviendo como podemos.

Y así, cualquier mañana, cuando yo vuelva a esperar que el color ámbar regrese al semáforo de las Cuatro Esquinas camino de la plaza de las Flores en donde, por cierto, El Mercado Central espera su incierto diagnóstico, volveré a soportar las ráfagas de monóxido de carbono emitidas por los autobuses, coches de alta gama, camionetas de reparto y motos de gamberros ruidosos. Y mientras un buen grupo de peatones esperamos que acabe de pasar la reata de coches, mientras eso sucede, nos miraremos y nos diremos con la mirada: «¡qué le vamos a hacer, solo somos personas...!»