Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Jesús Javier Prado

Cuando todo encaja

Me levanté a buena hora, y sin los habituales dolores en las rodillas. Tras una ducha reparadora encontré a la primera el traje, la camisa y la corbata que tenía en mente, sin necesidad de hacer un estropicio en el armario de buena mañana. Cuando aparecí por la cocina, los chicos ya estaban listos y desayunados, una repasando para un examen y otro colocando los platos en el lavavajillas. Los dejé en la puerta del instituto a la hora prevista, y frente a la frialdad habitual, ambos adolescentes me dieron un beso de despedida que contribuyó a que empezaran a asomar las primeras señales de alarma.

En el bar el café en vaso largo estaba perfecto, y mi diario preferido libre y sin manosear, aún sin manchas de aceite. Leí que el consumo se reactivaba, que el Madrid no había sido capaz de ganar al Fuenlabrada en el Bernabéu y que Marta Rovira volvíó a hacer pucheros ante unas cámaras de televisión. Enfilé con el coche hacia el trabajo y cuando llegué al despacho la calefacción estaba en su punto justo, y al repasar la agenda constaté que no tenía cita con el dentista, ni que llevar el coche a la itv, ni pagar por internet ninguna multa de tráfico atrasada, ni comprar ningún regalo para ningún cumpleaños de ningún niño que no conozco: la certeza de que tenía toda la mañana por delante para trabajar, para desarrollar a toda pastilla el tren imparable de mi productividad, para demostrar las más altas dosis de eficiencia de las que soy capaz casi me paraliza, pero me sobrepuse sin demora: dicté notas, respondí correos, analicé datos, tomé decisiones. Mi pulserita me dijo -después de comer un menú compensado en calorías- que mis pulsaciones en reposo eran las correctas, y que el porcentaje de oxígeno en sangre, el idóneo. La tensión arterial también bien, gracias. Recibo un wasap de la mayor: «papá solo me suspendn tres en la prmra evlucion». Gracias, hija, gracias. Entra mi jefe en el despacho y me pide de sopetón dos informes que, adelantándome previamente ya había preparado, y se los entrego ipso-facto. Touché, pienso para mis adentros, mientras se retira a sus aposentos, cabizbajo.

Los digitales escupen por la tarde noticias agradables, simpáticas, neutras: no hay llegada de nuevas pateras a la costa mediterránea, en Jerusalén no hay ningún muerto por atentado terrorista, son las 19.30 horas y Trump aún no ha insultado a nadie hoy. No hace frío, pero por fin llueve. Decido irme al gimnasio y los jovencitos que se ponen a mi lado en la cinta acaban rindiendo armas (sé que suena estúpido, pero sí: se pueden hacer carreras contra otros en cinta estática, se puede). Machaco a mis toxinas y el sudor me desborda. Es tal la conexión entre cuerpo y alma que tengo en este día tan raro, que tanto encaje de bolillos me empieza a agobiar, a intranquilizar, a pensar que todo no puede cuadrar tan fácilmente. Casi quiero que se cumpla la rima de Ojalá, de Sivio Rodríguez (Ojalá paseando/ me devore de pronto/ una luz cegadora/ un disparo de nieve...).

Llego a mi casa y meto la llave en la puerta deseando que alguien me eche la bronca nada más entrar, que tengamos invitados inesperados para cenar, que Netflix no funcione, que aparezca esa luz cegadora que me saque de esta anemia vital, que salte un chisporrotazo inesperado que me enerve un poco, pero no hay manera: mi pareja ha pasado un buen día y dice que tenía ganas de verme, los chicos se acuestan pronto y sin presentar batalla, Mindhunter es una serie espectacular. Acabo yéndome a la cama aburrido, hastiado, sin nervio. Mi pulserita dice que tengo que dormir ocho horas, y en un mensaje vía app me recomienda que evite las discusiones, que no me enfade, que destense los puños, que me ponga metas acotadas y alcanzables. Pues vaya mierda, joder, vaya mierda: ¿qué somos sin el conflicto, sin la mala leche de por las mañanas, sin el descubierto inesperado del banco, sin el colesterol alto, sin sueños disparatados e irrelizables? ¿Qué somos sin un disparo de nieve de vez en cuando, qué?

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats