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Alma imperial

Cabría pensar que la última finta antieuropea de Puigdemont es fruto del despecho (si Europa no nos quiere independientes, nosotros no la queremos a ella), agudizado por su raro papel, perdido como verso libre en la capital de esa UE de la que abjura, mientras sus compañeros de escapada van volviendo a casa por Navidad. Pero en el fondo creo que hay más. En la cueva secreta del nacionalismo alienta un sueño de grandeza, una voluntad imperial de signo supremacista, y, si una Catalunya independiente aspiraría a nuclear a los Països Catalans, a un lado y otro de los Pirineos e incluyendo Baleares, ¿por qué una nación así, lanzada a la expansión, no podría jugar a la gran estrategia internacional, montando y desmontando alianzas, urdiendo pactos o destrozando uniones, al mejor postor? ¿No ha sido esa siempre una práctica del comercio a lo grande? Los sueños de grandeza funcionan así.

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