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Joaquín Rábago

La globalización como coartada

Uno comienza a estar harto de lo que llaman "globalización", palabra comodín con la que la ideología neoliberal que todo lo invade trata de justificar lo injustificable.

Hay que decir bien claro lo que esconde esa palabra: se trata sobre todo de un proceso de redistribución de abajo arriba y del sector público a la empresa privada.

La globalización consiste en el desplazamiento de las relaciones de poder entre el capital y el trabajo en beneficio siempre del primero.

El Estado social, que trajo paz y prosperidad al menos a Occidente en los años de posguerra, se ve mientras tanto atacado con el argumento de que, si no se hacen recortes, el país no puede ser competitivo.

La productividad y los salarios reales siguen un camino divergente; la economía productiva es sustituida por la especulativa y los ricos cada vez pagan menos impuestos.

El especulador, que nada de provecho produce, gana dinero mientras duerme: sólo tiene que esperar a que suba mientras tanto el valor de lo invertido en Bolsa.

Quien por el contrario estudia o trabaja no sólo ve cada vez más menguadas sus posibilidades de ascenso en la escala social sino que no está siquiera seguro de poder conservar su empleo.

La democracia se reduce cada vez más al simple ejercicio de depositar un voto en las urnas cada cuatro años.

Y ello para elegir a partidos que, aunque no gobiernen en coalición, cada vez se asemejan más entre ellos porque, como se nos ha dicho y repetido, "no hay alternativa".

La política cuenta cada vez menos frente al poder económico, y así vemos cómo los poderosos "lobbies" empresariales intervienen cada vez más en las decisiones de los gobiernos.

Lobbies que defienden los intereses de empresas y monopolios, convertidos en actores políticos a la sombra y que no responden ante nadie.

Mientras tanto, el disenso se tolera siempre que no tenga consecuencias prácticas, y su eficacia resulta cada vez más difícil en una sociedad atomizada y en la que prevalece el desarraigo.

Todo esto y mucho más es lo que llaman "globalización".

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