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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

No dirán que no es el colmo

Vi a Zapatero y Mas en torno a la mesa que preparó Jordi Évole. Aunque prefiero otros tridentes, tal como está el patio no parece fácil completar uno redondo compuesto por políticos y periodistas me refiero. Más que interesante, el encuentro resultó significativo. Era impensable que no fuese así si se tiene en cuenta que las correrías de ambos expresidentes contribuyeron de modo decisivo al embrollo ante el que hoy nos encontramos. Y, sin embargo, ninguno de los dos admitió haber cometido error alguno; en todo caso habrá sido el tengo enfrente coincidieron en indicar y, por supuesto, sobrevoló en el ambiente que los que han venido después son los que nos han traído hasta aquí, ya que tampoco es que comentaran que estamos fenomenal. Habrían dado el golpe.

Puede que los representantes públicos anden en la media del resto de compatriotas a la hora de dar la talla. Si están más expuestos es porque la pretensión de permanecer en el candelabro lo precisa. Y puede que haya que exigirles responsabilidades en una medida similar a la que a cualquier profesional. Pero en lo que se parecen como gotas de agua quienes toman el relevo expuestos en el escaparate es en aceptar haber cometido un error. Son contados los gobernantes que, a lo largo de la historia, demuestran humildad para reconocer que no estuvieron a la altura. A ese respecto es como si llevaran escrito en la frente: ni hablar del peluquín.

Pero además están los casos extremos. Trillo, claro. El cartagenero ha presentado alegaciones al oponerse a la retirada de su título como hijo adoptivo de Alcoy, aprobada a raíz del dictamen del Consejo de Estado en el que se responsabiliza a Defensa del accidente del Yak 42. La concesión de la distinción fue el detonante que hizo saltar por los aires el gobierno presidida por un socialista en decadencia, que flirteaba con el partido de exministro. Eso no llevó a aquél a cuestionarse sus méritos ni a pensar que fuese un enjuague. Hasta ahí podíamos llegar. Que es Federico Trillo-Figueroa y Martínez-Conde, por Dios.

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