Alfonso Verdú Pérez (Ibi, 1975), licenciado en Derecho por la Universidad Cardenal Herrera CEU de Elche y especialista en Derecho Internacional Humanitario, lleva más de 15 años jugándose la vida, primero en Médicos Sin Fronteras (entre 2002 y 2012) y, desde 2013, en el Comité Internacional de la Cruz Roja. Mañana martes, en el FNAC de Alicante, presenta su libro Vidas en Conflicto. Quince contextos, cinco problemáticas, docenas de historias: un mosaico humanitario (editorial Plataforma Testimonio). Un impresionante testimonio de un profesional de la cooperación internacional con cinco temáticas (fronteras, desplazados, enfermedades, guerras y actores) y un recorrido por América Latina (Perú, Colombia, Guatemala y México), África (Etiopía, Somalia, República Democrática del Congo, República Centroafricana, Kenia y Marruecos), Próximo Oriente y Asia Central (Palestina, Yemen, Irak y Siria), con una colección magnífica de fotografías de J uan Carlos Tomasi. Un libro estremecedor que bien merece ser leído en institutos y universidades.

En el epígrafe dedicado a las fronteras, Alfonso Verdú cuenta su visita a la cárcel de Lurigancho en Perú, la mayor cárcel de América Latina con casi 10.000 internos, que se convierte en toda una lección de corrupción con celdas doradas para narcotraficantes ?los taitas-, exmilitares, políticos y empresarios, todos ellos con sus propios guardianes armados dentro de la cárcel, gracias a la connivencia de una policía corrupta. Después viene la cárcel de verdad para los sin plata: los enfermos te-be (tuberculosos) multirresistentes, los enfermos de sida, los homosexuales (los trans macho y trans hembra), y los cojudos o casos psiquiátricos. A éstos últimos el autor los encontró atados con cadenas a pilares, la mejor manera de matarles lo más rápidamente posible. Su experiencia sobre el terreno en Guatemala le permitió conocer con testimonios sobrecogedores las historias de vida de los migrantes. Más de medio millón de personas al año ?y con más de 14.000 víctimas de la violencia organizada- que desde los países centroamericanos, algo así como un «Súbete para México», tratan de llegar a Estados Unidos con polleros o coyotes que cobran entre 3.000 y 5.000 dólares para asegurar la llegada a una potencia mundial gobernada desde hace un año por un salvaje analfabeto. Mujeres jóvenes que «se inyectan anticonceptivos antes de emprender el viaje. Ya dan por seguro que van a ser violadas, o que van a tener que utilizar sus cuerpos como moneda de cambio para poder ir avanzando y llegar a destino». Y mujeres que, contra todas las evidencias, niegan haber sido violadas como una manera de protegerse ante sus familias. Una inmensa crisis humanitaria.

El capítulo dedicado a las enfermedades es sobrecogedor y una de sus partes la titula epidemiología del miedo. El ébola con un brote epidémico en 2014 que afectó a más de 20.000 personas en tres países (Liberia, Sierra Leona y Guinea). Cuenta al respecto que el papel de Médicos Sin Fronteras era no tanto salvar vidas sino evitar el máximo número de muertes posibles, sobre todo porque los entierros acaban siendo los focos de infección más seguros: «El padre contaminado que llega después de doce horas en el campo a su pequeño tukul se acuesta en el colchón compartido con los otros siete miembros de su familia y los infecta a todos; el chamán de la aldea que entierra a una víctima del ébola pensando que murió por brujería y, al amortajarlo, se infecta, contamina luego a la mitad de la aldea a base de chocar las manos y abrazar a los familiares del muerto». Describe también las enfermedades de pobres como la enfermedad del sueño en Guatemala ?la enfermedad de Chagas, que puede tardar 20 años entre la picadura y sus efectos mortales. Unas 12.500 personas mueren anualmente en América Latina de Chagas- o lo mismo en países como la República Centroafricana. Y, naturalmente, el sida con 46 personas en Guatemala con antirretrovirales cuando los necesitan otras 30.000 personas más. Alfonso Verdú se planteaba al respecto la que él considera su batalla para los próximos años: conseguir el acceso a medicamentos genéricos.

Por fin, el capítulo de las guerras nos habla, entre otros ejemplos, de Somalia, un estado fallido con una guerra infinita, de la guerra de la coca en Colombia y las bacrim o bandas criminales o de la guerra en Siria. El autor utiliza siempre que puede historias personales como la mejor herramienta para ilustrar el drama de los más de un millón de refugiados iraquíes en Siria. El caso de Shalma es el de una mujer que sobrevivió con sus cuatro hijos a un atentado en un barrio chiita de Bagdad en el que murió su marido. Terminó en Damasco prostituyéndose para sacar a su familia adelante: «Ahora está embarazada de alguien», en un lugar en el que se habla de «matrimonios tempranos» para disimular el abuso de menores. Un libro, pues, que sirve para conocer la realidad del mundo de nuestro tiempo presente. Desde hace años, en los libros de historia se utilizan términos como la era de la incertidumbre, de la inseguridad o de la desigualdad. Los cambios que hemos padecido en estos últimos años nos permiten hablar de una era de la indecencia. La contribución tan generosa de personas como el autor de Vidas en Conflicto nos obliga a no caer en la resignación y a que cada uno haga lo que esté en su mano, especialmente en el ámbito de la enseñanza. Enhorabuena, Alfonso. Todo un honor contar con tu amistad.